19/9/08

En aquel tiempo se enamoró Don David

En aquel tiempo se enamoró Don David. Nela no había nacido cuando Don David ya polleaba lo poco que polleó Don David antes de ser definitivamente Don David a la muerte de su padre, que se diría que reencarnó en él para continuar viendo pasar la vida desde su sillón de mimbre y sus bigotes engominados.
Y, sin embargo, cuando Don David se enamoró de ella, hacía ya mucho que Nela era una solterona.
El día de Año Nuevo, Nela recibió un ramo de rosas de la floristería del pueblo de al lado. En el pueblo no había floristería, ni rosas en enero. En abril apuntaban las de las tres cocineras pero a pesar de su belleza, morían en julio, expirando con suavidad de piadosas vírgenes. El pueblo de al lado, que era cabeza de partido, tenía en aquel tiempo dispensario, juzgados e instituto. Y una floristería con rosas de invernadero.
Las que Don David envió a Nela eran dos veces rosas, de nombre y de color, y llevaban adherida una tarjeta en la que le felicitaba su onomástica y firmaba: "Un admirador".
Don David comenzó a pasear a caballo por delante de la casa de Nela. El caballo de Don David era el único que quedaba en el pueblo y estaba añoso, pero aún conservaba su porte distinguido de caballo de recreo. Hacía siete años que Don David no lo montaba, y, juntos bajo el sol invernal, parecían evadidos de las ruinas de un mundo ya desvanecido.
La tercera tarde que Don David pasó por delante de la casa de Nela, la señora Flérida, su madre, se asomó al balcón y le invitó a tomar unas rosquillas.
Las relaciones de Don David y Nela fueron secretas en la intención pero conocidas por todos desde la segunda merienda en familia. De Nela se dijo que no se podía decir ni esto de Nela; de Don David, que estaba muy solo desde que murió su madre; de los padres de Nela, que descansarían viendo colocada a su hija; del caballo, que no estaba para muchos trotes.
El caballo duró menos que el noviazgo, que es como decir nada, porque al sexto día de paseo se quebró una pata y tuvo que ser sacrificado. Nela tardó dos semanas más en imponerse a sus padres y rechazar al pretendiente.
La señora Flérida se metió en la cama tres días, pasados los cuales recibió a Don David en el gabinete, con las persianas echadas luctuosamente, se disculpó del extravío de su hija y lamentó no tener más para ofrecerlas a quien tanto honor les había hecho.
Don David se puso tan pálido que sus bigotes engominados parecieron en la penumbra finos alambres vibrátiles, pero se repuso al instante y besó la mano de la señora Flérida con mundana entereza. Luego se marchó a su casa y no salió en un año.
De Nela se dijo que era orgullosa, o tonta, o loca, o mala; de sus padres, que no se merecían ese trato después de haberla educado como a una señorita a base de privaciones; de Don David, que se había trastornado tanto que hacía versos; de la Adriana, la vieja criada de Don David, que una cosa era ser discreta y otra no soltar prenda, y que quién se había creído que era.
Al cabo de un año, Don David se despidió de Don Lázaro, que era su primo, y se fue de viaje. Volvió casado con una vieja señorita muy parecida a Nela; tuvieron dos hijos en el término de once meses y jubilaron a la Adriana, que continuó muda hasta su muerte.
Hoy Nela vive con una amiga en los pisos que construyó sobre el solar de su casa a la muerte de sus padres. Escribe cuentos para niñas y viaja dos veces al año a los confines del mundo en viajes organizados. La viuda de Don David coincide con ella en la catequesis de los lunes; a la salida, suelen quedarse a merendar con las demás en la cafetería de la plaza, muy cerca de la esquina donde el caballo de Don David tropezó una tarde para no volver a levantarse.



2 comentarios:

conde-duque dijo...

Galdosianísimo, Luisa. Por supuesto es un elogio. Un galdós moderno, pero con sabor a bodega añeja. Hasta los nombres: Nela, don Lázaro, la señora Flérida...
Qué pena que se nos acaben estas estampas de "En aquel tiempo". Deberían estar impresas en libro pequeño pero muy cuidado, incluso con grabados o bocetos de dibujos. Así me la imagino yo: una edición de pocos ejemplares, una joya para coleccionistas.
Has mantenido vivo el Círculo. A ver si los demás nos ponemos las pilas, que estamos muy vagos...
Me comprometo a poner un relatillo en breve (en cuanto lo escriba).

Anónimo dijo...

A mí me gusta mucho Galdós. Tanto, que cuando comencé a escribir tenía demasiada influencia de él (y además, esa influencia del principiante, que, como los niños, copia sólo lo malo).

Lo de la joya para coleccionistas me ha llegado al alma. Ojalá. De momento, me pidieron permiso unos amigos, él alcalde de un pueblo de León, uno de los meores alcaldes que he conocido hasa ahora, para hacer unos pocos ejemplares y regalarlos a las visitas. Era algo concebido en ese estilo, con ilustraciones y tal. Le dije que sí y luego la cosa se quedó parada. Lo que sí sé es que si alguna vez se hace algo así, vosotros seréis los primeros en recibir un ejemplar.

A ver ese relatillo...