24/8/08

Los vagabundos del Sena

No cuesta mucho imaginarlo: París, hace setenta años; a la orilla del Sena, un grupo de mendigos tirados en el suelo; por la acera, pasan señoras y señores de abrigo, gabán y sombrero; cuando intuyen la presencia de los mendigos, miran hacia otro lado, forzando las pupilas para que nada empañe su feliz paseo de domingo; se suben las solapas o vuelven a anudarse la bufanda y comentan algo del tiempo, piensan en el café con croissant que van a desayunar en breve o en la estufa que les espera en casa junto al periódico y las alpargatas.
Pues bien (y aquí llega el misterio del arte, de la literatura). Da la casualidad de que justo en ese momento pasa por allí un hombre bruto y genial que no tiene ojos sino para ellos. Lo demás no le interesa, pero su insignificante tragedia sí. Observa a los mendigos y después los inmortaliza sobre el papel:
"Vemos bajo el sol enfermizo de invierno a los vagabundos durmiendo desparratados con un sueño de piedra, con la cabeza colgando y aplastada la cara contra la tierra. Aquí se ven la miseria, los harapos y las caras moradas por el frío e hinchadas de los alcohólicos, con los ojos rojos como en carne viva, rascándose la miseria y echados en fila como guiñapos humanos. [...]
Entre los grupos que juegan a las cartas se ve alguna mujer con el pelo enmarañado, caído por los hombros, rascándose los piojos de la cabeza, a uno remendando un pantalón, a un cojo asomado al muro del Sena y a otro hambriento, con cara de perro, que hace fuerza con las manos en un hueso que roe con gran ansia, mirando con recelo como si se lo fueran a quitar".
(José Gutiérrez Solana, París)
Ahora, tantos años después, esos seres marginados, desgraciados, ignorados por la gente de su tiempo, vuelven a vivir para nosotros. Existen, y son muy reales, mientras que aquellos paseantes que les negaban el mínimo consuelo de la mirada (para eludir así su presencia) están muy muertos. Nadie los recuerda desde hace décadas, han desaparecido para siempre; ya es como si jamás hubiesen estado en ningún sitio.

1 comentario:

M. dijo...

Moriré en París con aguacero, dijo el vate.

Acabo de colgar un artículo sobre Solana (y su París) arriba. Un abrazo, querido.