17/1/08

YO SÍ LO HICE

La primera vez que sentí que las palabras tenían poder y que yo sabía usarlo no fue porque gracias a ellas consiguiera tocarle el corazón a alguien, ni porque fueran capaces de hacerme viajar por tierras desconocidas sin moverme del escritorio de mi habitación. Yo ya había experimentado esa fuerza de las letras impresas leyendo, desde muy pequeña, pero siempre como parte receptora, nunca como emisora. Por eso me sorprendió tanto cuando ocurrió. Me pilló por sorpresa, pero sobre todo me asustó. Porque las palabras, las que yo había usado tan ingenuamente para hacer los deberes de historia, como la empollona cumplidora que era, hicieron que alguien desconfiara de mi y que pensara que era una mentirosa.

Estaba yo por aquel entonces recién llegada al instituto, aún con el armario medio vacío de ropa normal después de diez años con el uniforme del colegio de monjas, y con la mirada maravillada de quien descubre que los chicos también existen fuera del descampado donde jugábamos al rescate o al balón prisionero, y puedes ir con ellos a clase, y algunos hasta son listos, brillantes incluso. El instituto era otro mundo, El Mundo, y ya resultaba bastante difícil moverse con soltura por allí como para que una de las primeras cosas que me pasara en mi nueva vida, la de adolescente mayorcita, fuese que me llamaran embustera.

Porque así me lo dijo la profesora, con todas las letras, cuando terminé de leer en voz alta, ante ella y todos mis compañeros. Primero intentó que lo confesara, quitándole importancia. "Venga, no pasa nada, reconócelo: te han ayudado a escribirlo. Eso no lo has hecho tú sola. ¿Quién ha sido? ¿Tu padre? ¿O quizás tienes algún hermano mayor que te ha echado un cable?" Ante mis negativas continuadas a confesar lo que no era cierto, la mujer lo intentó por una vía más coactiva. "Mira, Teresa, si no lo dices terminarás por conseguir que este trabajo te reste dos puntos al próximo examen. Sólo tienes que decir la verdad, a todos nos han hecho los deberes en algún momento, no es ninguna vergüenza". Pero yo no podía decirle lo que ella quería oír, que ese escrito no lo había hecho yo, porque sí que lo hice. Mi hermano por aquel entonces tenía cinco años, apenas sabía aquello de "ma-me-mi-mo-mu", y ni mi padre ni mi madre tienen estudios, así que difícilmente podían sacarse de la manga la entrevista imaginada a un asistente al Concilio de Trento que yo sí que inventé. Así que no, incluso a riesgo de suspender injustamente la próxima evaluación, no me dio la gana confesar. A pesar de las presiones y el apuro que me hizo pasar la señorita Amelia, de pie ante toda la clase, con el folio primorosamente mecanografiado en mi Olivetti Studio 46 en la mano y negando que lo ahí escrito no fuera mío. Mi cabezonería, tuvo, por supuesto, su precio. Y bien alto. Porque la amenaza no se quedó ahí: el ocho que logré en el siguiente examen se convirtió en un seis. De Notable a Bien.

Fue la primera gran injusticia de la que me sentí víctima en mi vida. Y la culpa la tuvieron las palabras. El saber usarlas demasiado bien. Sospechosamente bien. Pero yo tenía claro que ese texto, con toda su fuerza, aunque se revolviese contra mí, era mío. Y no estaba dispuesta a renegar de él, incluso si eso suponía hundirme y que los demás pensaran que no sólo era mentirosa, sino también orgullosa y soberbia.

Hace ya veinticinco años de aquello. Muchas cosas han pasado desde entonces. Las palabras me han permitido vivir intensamente. Como lectora y también como escritora. Descubriendo mundos a través de las de otros, pero también consiguiendo llevar lejos a los demás, a través de las mías.

Ellas han sido la llave que me han abierto las puertas del Círculo Solana.

A pesar de la señorita Amelia…

9 comentarios:

A. C. dijo...

Bienvenida, Teresa, y muchas gracias por tu discurso inaugural, pero sobre todo por esa entrevista que le hiciste a Rouco Varela. Es una hermosura. Está escrita por quien sabe a qué límites de la ironía no alcanza el fanatismo; quiero decir que, en aquella época, a un católico no le habría parecido mal (y ahora tampoco, me temo).
Pero lo mejor de todo es que tu estilo no ha cambiado. No sé, una voz, un impulso. El estilo es lo inevitable, lo que queda cuando quitamos todo aquello que nos impide reconocernos. El estilo es una cuestión de honradez, por muy barroco que llegue a ser. Cuando no es así, naufraga. He leído los dos textos a la vez y en una rueda de reconocimiento diría que los ha escrito la misma persona. Así que entiendo que no pudieras renunciar a él, porque sería tanto como renunciar a ti misma. Un placer, chica.

Mabalot dijo...

"Ellas han sido la llave que me han abierto las puertas del Círculo Solana."

Sí, sí, el exclusivo Círculo Solana. Va a parecer que es la leche el Círculo Solana. Sí, es verdad, aquí solo bocatto di cardinale.

Tú Concilio de Trento es buenísimo; parece una entrevista a un jugador de fútbol a pie de campo: "Hay que frenar los progresos de ese tal Lutero."
Me parece tan buena esa entrevista imaginaria que por momentos me parece estar leyendo una crónica de Pla, o de Baroja.

¿Seguro que no la copiaste? (
(Es broma)

Gracias por el regalo.

La de la ventana dijo...

Muchas gracias, Antonio. La verdad es que yo por aquel entonces era una pardilla incapaz de plantarle cara a nadie, pero ahí me crecí. No estaba yo poco contenta de mi entrevista al señor arzobispo de Venecia... En cuanto al estilo, es curioso, pero sí, yo también me reconozco. Y es muy agradable, la verdad.

Bueno, Mabalot, ¿os habéis puesto de acuerdo tú y el Conde-Duque para quitarme la ilusión que me hizo vuestra invitación? No lo conseguiréis. Desolée.
Y no. No copié. Lo juro por Don Benito. Con la mano derecha sobre "Miau". ¿Sirve?

conde-duque dijo...

Buenas noches. Gracias, Teresa, por tenernos en tan alta estima, y me alegro que el gusto por las palabras nos haya juntado.
Habla Castellote en su comentario del estilo reconocible a través de los años, y sí, creo que es cierto: yo veo sobre todo un estilo sencillo, claro, inteligible, directo, que trata de entender las cosas con transparencia y trasmitirlo sin trampas, sin veladuras... (y todo eso nos gusta mucho por aquí).
Para que veas que aquí cada cual tiene sus ideas (de secta, nada), a Mabalot no le gusta nada que le digan eso de "el estilo", de "la voz".
Por cierto, que ha mencionado Mabalot a Pla (¡la inteligibilidad!) y Baroja (¡la sencillez!). Yo sobre todo he visto a otro de los nuestros, Azorín. Y no me refiero al estilo, sino sobre todo al contenido emocional. El segundo párrafo, buenísimo, podría estar sacado de las "Confesiones de un pequeño filósofo", que es un libro genial. Pero no te asustes: ya sabemos que no lo has copiado...
Por otra parte, me ha parecido que quizás el texto es demasiado racional, en el sentido de que hay una tesis de fondo demasiado marcada. Pero eso no es necesariamente un defecto. Y menos en este caso, que es una presentación laudatoria.
La sensación que me ha dado, sobre todo, es de bondad, de inocencia (esa inmodestia sincera sobre del dominio del poder de las palabras...). Eso sólo lo escribe alguien que es buena gente. Creo yo. Y no me preguntéis por qué pienso eso, que no lo sé.
Lo dicho, Teresa. Bienvenida.

conde-duque dijo...

Laudatoria para el Círculo, me refería (Ya no autocorrijo más mis comentarios, porque cuando los leo veo que no me he explicado bien).

La de la ventana dijo...

Gracias, Conde-Duque. Para bien o para mal, de lo que pase aquí en adelante conmigo y el Círculo, tú eres el culpable. Por invitarme.

En cuanto a cómo defines mi estilo, o lo que sea, me alegro de haber transmitido eso que llamas tú "inmodestia sincera sobre el poder de las palabras". Porque así me sentí en aquel entonces: muy lista y muy incomprendida.Y esa misma sensación, de niña demasiado intelectual y seria para encajar en un nido de adolescentes a los que les preocupaban cosas muy distintas a los libros o las palabras, creo que la he conseguido en mi "discurso" de ingreso.

Pero sé, de sobra, que me queda muchísimo por aprender, Ernesto. Apenas estoy empezando a controlar algo las herramientas de la escritura, te lo aseguro. Y lo que me queda aún por leer, me da vértigo. No tardaréis en comprobarlo.

conde-duque dijo...

Pues en el "insti" no encajarías, pero aquí lo haces perfectamente.
La verdad es que ahora me arrepiento de haber analizado/valorado tu texto anoche, porque esto no es ningún examen, y leyendo ahora mi comentario parece un poco eso. En fin, supongo que se ve que no era esa mi intención. Era por decir algo...
Y por mi parte, Teresa, yo tan contento de haberte invitado.
¡¡¡A leer (y escribir) todos, hala!!!
Y que viva el Círculo Solana!!!!!!!! Y Galdós!!!!!

Anónimo dijo...

Bienvenida, Teresa, un placer las dos cosas: tu entrevista y tu presentación. Yo también conocí a alguna profe así y te comprendo perfectamente. ¡Bien por ti!

Y bien por Conde, que te ha traido a este selecto Círculo que seguramente no le gustaría nada a la señorita Amelia. Creo que estamos todos de acuerdo en subirte ese Bien a Sobresaliente o más.

La de la ventana dijo...

Bueno, un poco examen si que era, Conde-Duque, no nos engañemos... Pero me ha encantado currármelo, y sacar una buena nota (Atención: Teresa de nuevo en modo ¿cómo era, Conde-Duque? ¿"Modestia sincera"?). Pero tus sugerencias o críticas, igual que las de los demás miembros del Círculo, siempre me vendrán bien. Y las escucharé encantada. Faltaría más.

Gracias, Luisa. Si el caso es que Amelia era una buena profesora, tengo muy buenos recuerdos de sus clases. Pero fue injusta conmigo, y aunque la perdoné, no lo he olvidado...