2/1/08

Calle Val de Dios



La calle Val de Dios está situada a los pies del Monasterio de San Martín Pinario. Bajando por la Travesa dúas Portas accedemos a ella por unos escalones resbaladizos y verdosos. Esta calle es casi tan estrecha como una cuerda marinera elevada del suelo unos metros. Una cuerda de trapecista.

A un lado; una hilera de casas bajas, de dos pisos como máximo. Al otro; el monasterio, muy alto, con muchas ventanas enrejadas de hierros, por las que no cabe una cabeza y quizá ni una mano. La calle sube al principio y baja después. Pero esto casi no se nota. Las paredes, además de musgo y hierbas, tienen meadas, y lagartijas en verano, que corren como la luz, chispazos verdes. En invierno hay caracoles; algunos pisados como mocos con costras. Las meadas son obra de borrachos que caminan a tumbos contra las paredes, y alguno se queda dormido, en esta calle tan recogida, con la pilila fuera y el pantalón mojado, como un niño con bigotes negros. Tumbado, esperando la patadita de un municipal que lo despierte, si despierta.

Por los calores, y por los humos de las cocinas, los vecinos abren las ventanas de sus casas, pero estas son tan bajas que al sacar las cabezas, se quedan a la altura de las rodillas del que pasa. Estas cocinas, estas salitas oscuras, pequeñas, miserables, con cristos y estampas viejas y cromos sagrados con marcos apolillados, y sonido de transistores con poca pila, le roban el alma al que cruza la calle. Al echar el ojo a través de las rejas, menos brutas que las del monasterio, nos parece estar viendo el interior habitable de un nicho. Un nicho triste. Dentro; una señora hace ganchillo, con unas gafas enormes que le tapan la cara, y un chal lleno de bollos por los hombros, que no sabemos dónde acaba la señora y dónde empieza el sofá; una chica estudia al lado de la ventana, por dónde no entra ni una sombra de luz, y los papeles están amarillos, de la bombilla de la lamparita que los alumbra; otra mujer en la cocina, de pie, mirando la pota en el fuego, y otra con la cara fija en uno, mientras pasa. Parece que va a decir algo, a saludar, y no dice nada; se queda mirándonos como una muñeca antigua desde un escaparate.

Es una calle muy silenciosa. Tanto, que impone un poco. Los ruidos siempre vienen de otra parte. Los que viven aquí cosen y leen en silencio, no hablan, y pegan a la oreja el aparato diminuto de radio. O están sentados sin moverse, y a veces se rascan la garganta con un gorjeo. Puede que la luz, escasa, de galería subterránea de piedra, les afecte y los paralice, sin que se den cuenta.

Acaba esta calle en escaleras, también, como empezó. Enfrente tenemos la Iglesia de San Francisco, aburrida, seca, cuadriculada, y nos parece que pesa muchísimo.

Miramos atrás y sentimos alivio por dejar atrás este cementerio de vivos. O de muertos.

Fotografía tomada de aquí.

4 comentarios:

conde-duque dijo...

Genial, Mabalot!!
En esto, exactamente en esto, es en lo que uno piensa cuando trata de imaginar en qué consiste la buena literatura; cuando me pongo a buscar para este Círculo algún texto teórico o trozo de libro inolvidable...
El sonido de los transitores de poca pila, el musgo, las meadas y las lagartijas, la señora haciendo ganchillo, la lamparita y el fuego, el silencio...
Ya digo. Un texto genial, propio del mejor Mabalot, que es como decir -a base de repetirlo conseguiré convertirlo en eslogan- "el mejor escritor de nuestra generación".
Feliz Año a todos los solaneros.

Anónimo dijo...

Absolutamente de acuerdo. Me he dejado el alma al lado de la chica que estudia esas hojas amarillas a la luz mortecina de la lamparita. Y esa señora que nos mira sin ver desde su soledad de muñeca antigua. Ojalá que ese año, que has empezado así de fuerte, te traiga el reconocimiento de miles de lectores y a nosotros la satisfacción de haber sido los primeros.

Feliz año a todos.

Mabalot dijo...

Gracias, amigos.
Este texto lo debí escribir hace quizá siete u ocho años. Me había propuesto hacer un libro sobre calles, cogiendo de varias ciudades y hasta de la imaginación. Se quedó el proyecto a medias.
Noto, por ejemplo, que está peor puntuado. Con los años se ponen menos comas y se le lee a uno mejor, me parece a mí. Cuando empieza uno a escribir tiende uno a poner demasiadas comas.

Hay que relanzar este blog; poco a poco podemos convertirlo en algo más cojonudo. Ya sabéis que se admiten, por no decir se imploran, sugerencias y posibilidades de cambio, de lo que sea.
Larga vida al Círculo Solana.

Feliz año, solaneros.

Anónimo dijo...

Y sin embargo hay en San Francisco más rosas de las que se puede imaginar nadie de una vez.
Excelente post.