Os voy a contar la historia del hombre que se descarnó los huesos
y les prendió fuego en lo alto de una colina.
¿La conocéis?
No es una historia de amor,
porque un hombre descarnado no soporta el soplo del aire
y hay que salir a la luz del campo para mirarse lo hondo del corazón.
Os voy a contar la historia del hombre que no era capaz de verse las manos
y se arrancó los brazos,
para no seguir viviendo sin tocarse el rostro.
No es un relato de esos que se narran
con el fin de aliviar el sofoco de las madrugadas en verano.
Sé que no os gustará;
el dolor de los árboles talados y el gemido de los bosques
no son leyendas que agrade saborear en compañía.
Os he de contar la historia del hombre al que se tragó la tierra,
y no hubo nadie que lo buscara ni que lo añorase en la superficie,
no hubo nadie que arañase el pellejo del suelo para encontrarlo,
ni nadie siquiera que cegara el hoyo y clavase una estaca,
allí mismo, allí donde se esfumó como una voluta de alma y humo.
No es una historia para poder dormir.
Ni tampoco una fábula que debáis enseñar a vuestros hijos
para que mañana sean adultos de provecho
y víboras con cordura.
La historia que yo os cuento debéis guardarla en la memoria,
esta noche, mañana, pasado mañana y la semana que viene,
durante un mes o un año o un puñado de lustros,
el tiempo que sea necesario
para que se empequeñezca y se vuelva maciza en vuestro interior
como una astilla de pedernal,
hasta que veáis a un hombre solo y os haga daño el solo verlo,
hasta que la soledad de los otros os sangre por los ojos y por la boca.
Por eso,
y no para que me sonriáis igual que tontos felices,
os cuento la historia del hombre que se descarnó
y se arrancó los brazos y se sepultó en la tierra,
que es, a fin de cuentas,
más o menos la historia de todos nosotros,
aunque a ninguno nos guste escucharla
si no somos capaces de conciliar el sueño.
Pero tampoco hay de qué asustarse.
¿No habéis danzado nunca como los indios alrededor de la lumbre?
No sabéis entonces gran cosa de la vida.
Se danza cuando cae la noche y arde la luna.
Para que el resplandor sea visible desde la ciudad,
para que quienes contemplan el horizonte negro
ocultos tras las ventanas
se miren las manos,
salgan al campo
y se toquen la cara.
y les prendió fuego en lo alto de una colina.
¿La conocéis?
No es una historia de amor,
porque un hombre descarnado no soporta el soplo del aire
y hay que salir a la luz del campo para mirarse lo hondo del corazón.
Os voy a contar la historia del hombre que no era capaz de verse las manos
y se arrancó los brazos,
para no seguir viviendo sin tocarse el rostro.
No es un relato de esos que se narran
con el fin de aliviar el sofoco de las madrugadas en verano.
Sé que no os gustará;
el dolor de los árboles talados y el gemido de los bosques
no son leyendas que agrade saborear en compañía.
Os he de contar la historia del hombre al que se tragó la tierra,
y no hubo nadie que lo buscara ni que lo añorase en la superficie,
no hubo nadie que arañase el pellejo del suelo para encontrarlo,
ni nadie siquiera que cegara el hoyo y clavase una estaca,
allí mismo, allí donde se esfumó como una voluta de alma y humo.
No es una historia para poder dormir.
Ni tampoco una fábula que debáis enseñar a vuestros hijos
para que mañana sean adultos de provecho
y víboras con cordura.
La historia que yo os cuento debéis guardarla en la memoria,
esta noche, mañana, pasado mañana y la semana que viene,
durante un mes o un año o un puñado de lustros,
el tiempo que sea necesario
para que se empequeñezca y se vuelva maciza en vuestro interior
como una astilla de pedernal,
hasta que veáis a un hombre solo y os haga daño el solo verlo,
hasta que la soledad de los otros os sangre por los ojos y por la boca.
Por eso,
y no para que me sonriáis igual que tontos felices,
os cuento la historia del hombre que se descarnó
y se arrancó los brazos y se sepultó en la tierra,
que es, a fin de cuentas,
más o menos la historia de todos nosotros,
aunque a ninguno nos guste escucharla
si no somos capaces de conciliar el sueño.
Pero tampoco hay de qué asustarse.
¿No habéis danzado nunca como los indios alrededor de la lumbre?
No sabéis entonces gran cosa de la vida.
Se danza cuando cae la noche y arde la luna.
Para que el resplandor sea visible desde la ciudad,
para que quienes contemplan el horizonte negro
ocultos tras las ventanas
se miren las manos,
salgan al campo
y se toquen la cara.
Ricardo Rodríguez
Leganés, 3 de enero de 2008
13 comentarios:
Con el permiso del autor, reproduzco este poema, del que todavía me estoy reponiendo, como contribución al debate sobre la literatura oficial y la buena literatura. Ricardo Rodríguez es poeta y novelista. Como poeta ha publicado "Cucharadas de mar" (Huerga y Fierro) y como novelista "La moral del verdugo" (Mondadori). Y tiene un poemario asombroso, "Rebato de amor", que inexplicablemente (¿o no?) no encuentra editor. Conocí a Ricardo por recomendación de nuestro común agente literario, que sabía de nuestras luchas y desventuras por separado y consideró, con razón, que compartirlas podía aliviarnos. Desde entnces, además de una mutua admiración, vamos hilando una buena amistad. Lo tengo en la mente muchas de las veces que os leo a vosotros, por eso lo traigo aquí, para darme el placer de conectar a algunas de las personas que hacen que otro mundo sea posible.
Me ha gustado mucho. Habrá que seguirle la pista a esos libros ya publicados que mencionas.
Yo porque no tengo un duro, que si no montaba una editorial y os publicaba a todos y a vuestras maravillas. Sería como aportar un poco de vida al erial, algo de buena literatura en mitad del estercolero. Y yo puedo decir esto último, precisamente, porque trabajo desde hace unos cuantos años en el sector editorial (y en grupos grandes, fuertes, de esos que venden mucho) y conozco perfectamente el percal, cómo funciona la trastienda. Lo digo para que nadie se crea que los míos son los típicos quejidos de un rencoroso o un outsider iluso o un simple indocumentado. Yo participo a diario de esa impostura, porque de algo hay que vivir. Pero -me defiendo- es en libros de ensayo, de no-ficción, y por eso no puedo aportar gran cosa a esto de la literatura de creación (o como se llame), a no ser que vuestros libros pertenezcan a ese género tan de moda y de resultados en general tan malos que es la novela histórica, que entonces sí tengo algo de mano. Si es así, hacédmelo saber.
Lo de los/las agentes literarios no sé muy bien cómo funciona. Yo en principio tampoco me fiaría mucho, porque tienen sus propios intereses y hacen packs de autores y a veces tratan de sangrar a las editoriales (vamos, que como se pasan de listos acaban jodiendo a sus representados). Pese a todo lo que conozco, sigo creyendo más en algunos -pocos- editores con criterio.
Dicho esto, si hay alguien que quiera invertir su dinero para montar una editorial, que sepa que por aquí hay oficio, saber hacer y grandes ideas.
Mi gran ilusión y satisfacción como editor sería publicarle el primer libro (y los siguientes; todos, si él quisiera) a Mabalot, ese genio de nuestras letras. Y esto lo digo desde la absoluta convicción, no porque sea mi amigo. Espero que cuando esté montado en el éxito aún se acuerde de nosotros y no nos olvide.
Bueno, lo dicho, que me pierdo. Hermoso texto el de Ricardo Rodríguez.
Saludos, Luisa
No te conozco de nada, encontré tu blog buscando frases de galgos (tengo un galgo). Tengo un galgo y una editorial (www.tropoeditores.com). Estoy interesado en leer tus novelas no publicadas. Muy interesado.
Muchas gracias.
Oscar Sipán
email: oscar@tropoeditores.com
Sí, le seguiremos la pista a Ricardo Rodríguez, que a mí también me ha gustado mucho este poema.
Gracias por ponerlo aquí, Luisa, buena idea. Sacar a la luz cosas no muy conocidas y que valen la pena es algo que le iría bien también a este blog, es decir, a nosotros y los que nos leen, si hay alguien. No sólo de clásicos vive el hombre.
Muy buenas a todos. Llevo como tres semanas sin inhalar silicio y escribiendo lo imprescindible (dos Bernardinas que ya colgaré). Veo que esto ha estado y está entretenidísimo. Para empezar, Luisa nos trae un genuino Poe/ta, que me gusta mucho y que serviría de argumento para la discusión aquella de la poesía y la prosa, y de la música. Veo, también, que se ha colado un editor, extraño fenómeno que yo sólo había visto en la rusa Galina Dursthoff, uno de cuyos hallazgos cibernéticos, Anatoli Gavrilov, ha sido un gran descubrimiento para mí.
Enhorabuena, Luisa, los editores llaman a tu puerta. Y bueno, Mabalot, Conde, gracias con todo el retraso del mundo por vuestros ánimos con la nueva historia. Y, como felicitación posnavideña, una pedantería. En latín, 'felix' significa feraz, productivo. El gran ideal de los artistas antiguos era la 'curiosa felicitas', es decir, la feracidad pulcra y bien hecha, minuciosa, escrupulosa. Pues eso, os deseo la más curiosa de las felicidades.
Curioso que el editor haya aparecido justo después de decir yo que trabajo en estas cosas...
Hola a todos,
Sólo paso por aquí para dejar constancia de que el poema me ha encantado. Aún lo estoy meditando.
Sólo paso por aquí para hacer amigos nuevos... :-)
Un saludo,
Xavie
Por cierto,
Me gusta mucho el blog, así que si no tenéis inconveniente, os enlazo desde el mío.
Un saludo,
X.
Un saludo, xavie, y gracias por el enlace.
Encantado de que te pases por aquí.
Por cierto; ¿Dónde está la entrada de Antonio, con aquel cuento de el escritor ruso?
Estaba muy bien. Me gusta también esa "curiosa felicitas" de las que hablas. Ojalá se cumpla...
Quité la entrada porque quería copiar un fragmento más largo, más redondo, pero eso de copiar, desde que se terminó la Edad Media y a falta de escáner, me produce una pereza casi invencible. Pero ahí queda el nombre, Gavrílov, un tipo que promete. Salud.
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Muchas gracias, CreceNet. ¡¡¡¡Por fin nos deja su comentario alguien que se ve que claramente se ha leído todo el blog de arriba abajo!!!!
Un abrazo/hug para ti también, majo.
Llegué por casualidad... Yo de literatura muy poco sé, humildemente solo puedo decir si algo me gusta o no. Y realmente, me gustó este poema... es mi primer encuentro con tu blog, presiento que hay muchas otras cosas bonitas allí. Gracias, Luisa :-)
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