En aquel tiempo el hombre pisó la luna. Lo decía así el maestro, "el hombre", como si él no lo fuera. Polo el del bar, en cambio, decía: "Hemos pisao la luna", de la misma manera que los domingos en los que ganaba su equipo decía: "Hemos ganao", mientras limpiaba el mostrador con un trapo grisáceo.
Dos o tres meses antes avisaron por la radio de que tres astronautas partirían hacia la luna y una vez en su órbita, uno de ellos se quedaría dando vueltas y los otros dos bajarían. También dijeron que se podría ver por televisión.
Polo fue terminante: "Eso es imposible", dijo. Y no fueron bastantes a convencerle Don Florián el maestro, Fidel el cura y Don Lázaro, que era médico.
Tuvo que ser el mercenario quien le hiciera cambiar de opinión. Polo, después de pasar dos días malhumorado y esquivo, se fue a verle al molino viejo y lo encontró haciendo cestos. "¿Es verdad eso que dicen de que van a echar lo de la luna por la televisión?" El mercenario levantó la cabeza, sonrió a Polo y asintió en silencio. Entonces Polo lanzó un juramento, le dio una patada a una pila de cestos y explotó al fin: "Entonces, me cago en mi estampa, voy a tener que comprar un aparato".
En el pueblo sólo tenían televisor Doña Luisa, el médico y el alcalde; pero como estos dos últimos eran una misma persona, marido a su vez de Doña Luisa, resultaba que en el pueblo sólo había un televisor. Polo, pues, hizo recaer sobre sus hombros la responsabilidad de que sus convecinos fueran testigos de un momento histórico. Y a pesar de sus dudas y de sus rabias, cumplió.
El aparato apareció un día en el bar, reluciente y enorme, encima de una repisa esquinera cercana al techo. Polo accedía a él mediante una escalerilla desde la que manipulaba los botones con suma concentración. Todos se agolpaban a su espalda formando un círculo de expectación, y los más cercanos transmitían las novedades a los siguientes que, a su vez, pasaban la información hasta la puerta de la calle y más allá.
Los primeros días el televisor sólo emitió rayas transversales. Vinieron dos técnicos, lo pusieron del derecho y del revés con gran sobresalto de Polo, y al final se marcharon diciendo con aire de pésame que no llegaba la señal.
Polo se quedó en su bar, rodeado del silencio afligido de todos los hombres del pueblo. Las rayas transversales ondulaban, blancas y negras, como peces en un acuario.
Entonces Polo lanzó un juramento, una maldición y un zapato. El zapato dio en mitad de la pantalla y al instante las rayas dieron paso a una señorita que anunciaba medias de nylon. La celebración duró hasta la noche.
La de la retransmisión, todo el pueblo se apiñaba en el bar de Polo. Celsa, su mujer, se había echado laca en el peinado y les recibía en la puerta, como una reina. Habían sacado las aceitunas adobadas de las Fiestas. Los niños jugaban a las chapas por debajo de las mesas, entre el serrín y las colillas. Las mujeres iban, como la Celsa, arregladas y con laca en el moño. Los del dominó no jugaban esa noche la partida y mareaban un palillo entre los dientes con un vaso de vino siempre mediado entre las manos gruesas. Don Florián el maestro explicaba que el momento era semejante a cuando Colón descubrió América; Carmina la modista respondía: "Qué cosas, señor, qué cosas".
La luna, en su sitio de siempre, brillaba haciendo guiños; pero sólo el mercenario, en el molino viejo, la respondía sonriendo.
Comenzó la retransmisión y todos contemplaron un planeta leproso contra un cielo negro; una nave espacial de juguete, unos muñecos que se desplazaban torpemente, una bandera lacia clavada con desmayo. El comentarista daba cifras que no entendían con una excitación que no entendían tampoco.
Al acabar, Manolo el capador dijo: "Es un decorao; nos han tomao el pelo". Y Polo le dio un puñetazo en la nariz.
Cuando los separaron, todos se marcharon pensativos a sus casas.
Y no volvieron a hablar del tema.
El televisor siguió allí, transmitiendo ficciones. Y ellos recuperaron a su luna de siempre.
Siempre había estado allí. Todos la amaban.
Y nunca como entonces la vieron tan lejos.
Dos o tres meses antes avisaron por la radio de que tres astronautas partirían hacia la luna y una vez en su órbita, uno de ellos se quedaría dando vueltas y los otros dos bajarían. También dijeron que se podría ver por televisión.
Polo fue terminante: "Eso es imposible", dijo. Y no fueron bastantes a convencerle Don Florián el maestro, Fidel el cura y Don Lázaro, que era médico.
Tuvo que ser el mercenario quien le hiciera cambiar de opinión. Polo, después de pasar dos días malhumorado y esquivo, se fue a verle al molino viejo y lo encontró haciendo cestos. "¿Es verdad eso que dicen de que van a echar lo de la luna por la televisión?" El mercenario levantó la cabeza, sonrió a Polo y asintió en silencio. Entonces Polo lanzó un juramento, le dio una patada a una pila de cestos y explotó al fin: "Entonces, me cago en mi estampa, voy a tener que comprar un aparato".
En el pueblo sólo tenían televisor Doña Luisa, el médico y el alcalde; pero como estos dos últimos eran una misma persona, marido a su vez de Doña Luisa, resultaba que en el pueblo sólo había un televisor. Polo, pues, hizo recaer sobre sus hombros la responsabilidad de que sus convecinos fueran testigos de un momento histórico. Y a pesar de sus dudas y de sus rabias, cumplió.
El aparato apareció un día en el bar, reluciente y enorme, encima de una repisa esquinera cercana al techo. Polo accedía a él mediante una escalerilla desde la que manipulaba los botones con suma concentración. Todos se agolpaban a su espalda formando un círculo de expectación, y los más cercanos transmitían las novedades a los siguientes que, a su vez, pasaban la información hasta la puerta de la calle y más allá.
Los primeros días el televisor sólo emitió rayas transversales. Vinieron dos técnicos, lo pusieron del derecho y del revés con gran sobresalto de Polo, y al final se marcharon diciendo con aire de pésame que no llegaba la señal.
Polo se quedó en su bar, rodeado del silencio afligido de todos los hombres del pueblo. Las rayas transversales ondulaban, blancas y negras, como peces en un acuario.
Entonces Polo lanzó un juramento, una maldición y un zapato. El zapato dio en mitad de la pantalla y al instante las rayas dieron paso a una señorita que anunciaba medias de nylon. La celebración duró hasta la noche.
La de la retransmisión, todo el pueblo se apiñaba en el bar de Polo. Celsa, su mujer, se había echado laca en el peinado y les recibía en la puerta, como una reina. Habían sacado las aceitunas adobadas de las Fiestas. Los niños jugaban a las chapas por debajo de las mesas, entre el serrín y las colillas. Las mujeres iban, como la Celsa, arregladas y con laca en el moño. Los del dominó no jugaban esa noche la partida y mareaban un palillo entre los dientes con un vaso de vino siempre mediado entre las manos gruesas. Don Florián el maestro explicaba que el momento era semejante a cuando Colón descubrió América; Carmina la modista respondía: "Qué cosas, señor, qué cosas".
La luna, en su sitio de siempre, brillaba haciendo guiños; pero sólo el mercenario, en el molino viejo, la respondía sonriendo.
Comenzó la retransmisión y todos contemplaron un planeta leproso contra un cielo negro; una nave espacial de juguete, unos muñecos que se desplazaban torpemente, una bandera lacia clavada con desmayo. El comentarista daba cifras que no entendían con una excitación que no entendían tampoco.
Al acabar, Manolo el capador dijo: "Es un decorao; nos han tomao el pelo". Y Polo le dio un puñetazo en la nariz.
Cuando los separaron, todos se marcharon pensativos a sus casas.
Y no volvieron a hablar del tema.
El televisor siguió allí, transmitiendo ficciones. Y ellos recuperaron a su luna de siempre.
Siempre había estado allí. Todos la amaban.
Y nunca como entonces la vieron tan lejos.
13 comentarios:
Empiezo con esta crónica, si me lo permitís, una colección de doce o trece que iré colgando periódicamente (por ejemplo, cada dos semanas o así). Ese "tiempo aquel" viene marcado por esta primera, que habla de la fecha en que "el hombre pisó la luna", como se decía pomposamente. En aquel tiempo yo pertenecía al grupo social de los que jugaban entre el serrín debajo de las mesas, que es como decir que nunca seré más lúcida que entonces.
Espero que os gusten y, si me dais el visto bueno, habrá más.
Me ha encantado, Luisa. Me quedaría en ese pueblo durante un libro o más, con esos personajes, esas historias, esos comentarios... del "tiempo aquel".
La serie que nos anuncias promete ser una gozada. Gracias.
PD: El otro día, de camino a Santiago, vi las murallas de Urueña en el horizonte. Hubiésemos parado, pero no había tiempo. Me quedé con las ganas. Espero ir pronto. Lo suyo sería una excursión del Círculo Solana. Al menos los madrileños -Teresa, Antonio y yo- estamos muy cerca.
¡A ver si sí...! Con el verano cerca, podíamos ir organizándonos. Un día entre jueves y domingo, mejor, porque es cuando están abiertas las librerías.
Me alegro de que te guste mi crónica. Un abrazo,
En alguna línea se te ha esfumado la palabra noche, supongo que será la palabra noche.
Acabo de releer el capítulo que Julio Llamazares dedica a este mismo acontecimiento en 'Escenas de cine mudo' y definitivamente me gusta mucho más el tuyo. La verdad es que hacía tiempo que no hojeaba un libro de Llamazares; hay que ver qué mal le ha sentado el tiempo, o qué sobrevalorada estuvo aquella remesa, porque Muñoz Molina le dedicó una soporífera novela entera, con una lengua que ya no es de esta época. Esta prosa tuya tan depurada sí: es convincente y eficaz, y al mismo tiempo juega con lo más difícil, el pulimento y el desprecio de lo innecesario. Es el principio de toda literatura, y sigue siendo lo más difícil.
Me pillas, además, leyendo a Chéjov, así que imagínate.
Hola, Bernardinas. No sé si te refieres a cuando digo "la de la retransmisión", que lo hago por no repetir la palabra "noche", del párrafo anterior: "La celebración duró hasta la noche" o, con toda la razón, a las últimas frases. Eso de "aquel día" o "al día siguiente" tratándose de la luna, queda poco adecuado. He cambiado las dos frases finales, cuyo ritmo, además, no me tenía del todo contenta. Creo que ahora el ritmo ha mejorado: "Siempre había estado allí. Todos la amaban. Y nunca como entonces la vieron tan lejos". Muchísimas gracias. Y muchas gracias también por preferirme a un laureado. Mola. De vez en cuando, las vacas sagradas dejan un hueco y entonces aparecen los que estaban a la cola con su "qué hay de lo mío", se reúnen, deciden que son estupendos y organizan una generación. Pues vale, pero escribir es otra cosa, y vivir también. Miedo me da lo de Chejov. Ya nos contarás...
¡Qué bonito escribes Luisa! Unos regloncitos y ya me encariñé con los personajes...
Me divierte mucho entrar en polémica contigo, ¿estás segura de lo de "ficciones"? El que fue mi profesor de astronomía en la universidad nos dijo que él había estado analizando una buena parte de los muchos kilos de roca selenita que se trajeron esos tipos. Vieron, por ejemplo, que es mucho más abundante el He-3 allí que en la tierra (es lógico, porque le llega de lleno el viento solar)... Y ahora quieren usar He-3 para hacer fusión nuclear "limpia", y quieren volver a la luna a traerse un cachito más... Todo esto me hace suponer que todo aquello ocurrió; aunque bien puede ser cierto que los muchachos no tomaran buenas fotos y todo lo repitieran en casita sanos y salvos...
Un saludo, me encantó tu crónica :)
A mí lo de la polémica también me gusta, sobre todo en estos temas que dan para imaginar. Yo, que estoy echada a perder por mis estudios y por lecturas intensivas de Julio Verne y de Tin Tin, creo que es posible llegar a nuestro satélite de la forma que lo hicieron en 1969 o en cualquier otro momento, conocido o no. Pero ni Polo el del bar, ni Manolo el capador, ni Carmina la modista, ni siquiera don Florián pueden creerlo. Porque la luna de ellos es la que está colgada en el cielo, la que se baña en el fondo de los pozos, la que enamora a los toros, la que alumbra las noches compartidas, o la que es nuestra única compañera en las de soledad o tristeza o plenitud. Y a esa luna no se llega propulsado en una nave. En mis momentos más lúcidos comparto el punto de vista de todos ellos, sobre todo el del mercenario, que prefirió quedarse con ella la noche que los demás se asomaron a sus tripas. Pero la vida tiene muchas caras, así que bienvenido sea el He-3 y lo que sea menester. Muchas gracias por tu comentario y por tus elogios, Androide 23. Un beso.
Es pesado, muy pesado combatir con la incredulidad. Los años que estuve estudiando astrofísica tuve que andar defendiéndome a capa y espada de familiares y amigos que piensan que la física es una ciencia prehistórica: "Es imposible saber la distancia a una estrella", "No me creo que hayan detectado planetas extrasolares", mis propios padres "¿Cómo van a poder estimar la edad de la Tierra? Eso es imposible"...
Y ahora que trabajo con el colisionador en el CERN, vuelta a lo mismo: "¿que trabajáis con antimateria?, eso es ciencia ficción"... hasta manifestaciones se están viendo últimamente para detener el último proyecto del CERN (LHC) "porque va a destruir el mundo". Y nosotros cada vez trabajamos envueltos en más silencio, porque es muy difícil combatir con tanta gente sin conocimientos suficientes. Para asimilar la física de hoy en día no vale con una charla de 10 minutos, ni de una hora, hace falta una base fuerte de matemáticas y mucho tiempo para ir entendiendo, ecuación tras ecuación.
Cuando llegas a mostrar un vínculo entre ecuación y resultados experimentales es maravilloso, eso es para mí creer...
La física se está moviendo a pasos agigantados, y las consecuencias se pueden ver en la medicina, por ejemplo... Lo que no avanza tan rápido es el conocimiento popular, que se quedó en que el átomo es una bola con protones, neutrones y electrones... Desgraciadamente, poca gente conoce las paradojas filosóficas de la física de hoy, o cree en ellas, cuando están más que demostradas. Algunas personas prefieren creer lo que les dice el Muy Interesante.
Yo no estoy tan segura como tú en tus momentos lúcidos de que no se haya llegado a la luna, entre otras cosas porque en la Complutense tienen kilos de roca con una composición distinta a la Tierra o a un meteorito o a un trozo de cometa. Eso a mí me parece una gran evidencia.
No es bueno desestimar tan a la ligera.
Un saludo :)
Que no, que no, que yo estoy convencida de que se ha llegado a la luna. Claro que sí. Lo que trataba de decir (torpemente) es que hay dos "lunas": una, el satélite de la Tierra, que es a donde se ha llegado, y otra, la luna lunera cascabelera, ese mito o arquetipo de lo femenino, lo misterioso, lo nocturno, que es la que tenemos en la cabeza la mayor parte del tiempo y la que a veces nos ayuda a sentir emociones o nos acompaña en nuestra soledad . A mí me parece que los físicos sois los filósofos del futuro, sobre todo en estos tiempos en los que la filosofía, la metafísica y la espiritualidad se han convertido en charlas de café o en comentarios del "Muy interesante". Por eso, y porque ampliais los límites de conocimiento sin ahorraros un esfuerzo,entre la incomprensión de muchos de los demás y con una fe a prueba de montañas, os respeto muchísimo. Otra cosa es que los novelistas o los poetas entremos como un elefante en una cacharrería en esto y en aquello y, entre intuiciones y fantasías hagamos de nuestra capa un sayo. Pero a veces viene bien soñar un poco; o sacarse un billete a la luna, ¿no?
Un beso,
Ja, ja.
Ay, perdona, te malentendí :). A veces ya me da por sacar el escudo defensivo a ciegas... aunque me estén hablando con cuidado y comprensión.
Es muy bonito lo que dices de los físicos (ahora me quiero comer mis palabras :) ). Yo creo que la metafísica ya no se puede sostener sola, sin la física, pero quizás lo de filosofear no sea lo nuestro, ya ves que a veces nos falla lo de entender a las personas... Sin duda, yo también respeto muchísimo a los escritores, por la habilidad que tenéis de organizar la imaginación y saber comunicarla, por ofrecer obras del intelecto que en ocasiones hasta nos cambian la vida, o al menos nos enseñan a ver más allá. Esa luna lunera cascabelera tiene que seguir allí inaccesible en la oscuridad, estoy de acuerdo, y que alimente nuestros sueños.
Un beso
¿No hay manera de evitar estas cosas?
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