24/4/08

Josef Winkler, autor solanesco

Supongo que es difícil imaginarse a un Solana homosexual y austríaco. Pues ¡lo he encontrado! Se llama Josef Winkler, parece recién salido de una película de Pasolini y tiene esta pinta de psicópata...
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Estoy enfrascado en El cementerio de las naranjas amargas (Galaxia Gutenberg, 2008), seguramente el libro más tétrico que he leído en mi vida. Aun así, os lo recomiendo.

A las imágenes tremendistas que plagan el libro -sus temas preferidos son los ritos católicos, los cadáveres, el sexo, lo sucio, lo feo, la pobreza, los curas, la muerte, la violencia religiosa... (y a ellos vuelve una y otra vez, obsesivamente, como en una letanía infernal)- se une una de las escrituras más intensas, plásticas y contundentes que he podido ver nunca, además de un estilo musical que hará las delicias de nuestro Antonio Castellote. Cada una de sus frases representa una imagen terrible, compone un bodegón pútrido, una naturaleza muerta... que está muy viva. Me recuerda a Solana en los temas y en la intensidad de una escritura que parece pintura, de trazos gruesos, de pinceladas densas; en cambio, la construcción sintáctica es muy distinta, mucho más pulida y musical.

Necrófilo y blasfemo, Winkler es considerado el único heredero posible de Thomas Bernhard.

Dos pasajes:

"Los habitantes de Nicolisi, en Sicilia, cuando la lava se acercaba cada vez más, amenazando sepultar el pueblo entero, no sacaron sólo las imágenes de santo de la iglesia, los altares y las reliquias, los huesos en sus redomas de vidrio y los ataúdes de cristal. Obtuvieron autorización eclesiástica para desenterrar a sus muertos del cementerio del pueblo y cargar en carretas tiradas por cuatro bueyes blancos aquellos cadáveres en descomposición, cráneos y osamentas, para enterrarlos en un cementerio vecino que no podría ser alcanzado por la lava del volcán".

"Cuando llegamos a la Stazione Centrale de Nápoles, a la mañana temprano, todavía había dos chicos de diez años, sin padres, que tenían que pasar la noche al sereno, en un prado que había ante el edificio de la estación. En los cruces había chicos desnudos de seis a diez años que, con cubos de agua y limpiaparabrisas, aguardaban a que los semáforos se pusieran en rojo, lavaban los parabrisas de los coches detenidos y tendían sus sucias manos hacia las ventanillas abiertas de los coches. Una mujer, que daba de mamar a un niño pequeño en el asiento de al lado, con un pecho fuera, metió al chico en la mano una moneda de cien liras. Un vendedor ambulante había pinchado en palitos los panecillos que llevaba en un cesto de madera. Sobre uno de los panecillos pinchados había una hoja de periódico árabe, con la foto de un niño muerto."

6 comentarios:

Mabalot dijo...

Lo busco. Gracias. Estos descubrimientos están muy bien. La primera frase es de entrecomillar, la tuya, digo:
"Supongo que es difícil imaginarse a un Solana homosexual y austríaco."

A. C. dijo...

He ido esta tarde a por él y tienes toda la razón, aparte de que lo has descrito con la exactitud que exige el retratado. Espléndida prosa, sí señor. Aunque algo habrá tenido que ver en todo ello Miguel Sáenz, traductor de Bernhard y de Gurganus, un verdadero maestro (y, curiosamente, militar de profesión).
Estupendo, Conde, muchas gracias. Una recomendación exquisita.

conde-duque dijo...

De nada, amigos, para eso estamos: para compartir las buenas cosas que nos encontramos.
Me alegro de que te haya gustado Antonio. Que Miguel Sáenz es gran traductor está clarísimo, pero en este caso sospecho que el original debe de ser todavía mejor (en algún sitio he leído al propio Sáenz diciendo que se las veía y se las deseaba para traducir mínimamente "la maravillosa musicalidad" de Winkler..., aunque lo ha hecho bastante bien, creo yo).
Me he cogido en la biblioteca "Cuando llegue el momento" y tengo muchísimas ganas de comprarme "Natura morta" (¡¡¡situada en Roma, en la plaza Vittorio Emmanuelle II!!!). Quizás es demasiado repetitivo-obsesivo en los temas, pero desde luego merece la pena seguirle la pista, y más en nuestro caso de solanistas.
Un abrazo.

Mabalot dijo...

Todo en él, antes de leerlo (a ver si pillo hoy algo de él) me recuerda a Bernhard, que para mí sigue siendo uno de los más grandes. Hasta el traductor...

Cuando Antonio hablaba el otro día de esa prosa que sobre un tema o argumento mínimo, el referente siempre, para mí, es Thomas Bernhard. Una corriente de prosa con la estructura de una obra sinfónica, o más bien, como un cuarteto...

Por cierto, tanto Solana como Bernhard eran verdaderos aficionados a la música y hacían sus pinitos con la voz. De los que se levantaban en la sobremesa y entonaban un aria poniéndose rojos hasta el desmayo.

Anónimo dijo...

La Austria de la postguerra ha producido personajes inquietantes.

En lo lierario, tipos como Bernhard, la Jellinek y este Winkler. En otros órdenes (y podrían haber sido perfectamente personajes de sus obras) las enfermeras asesinas y el sujeto llamado Friztl.

Anónimo dijo...

La Austria de la postguerra ha producido personajes inquietantes.

En lo lierario, tipos como Bernhard, la Jellinek y este Winkler. En otros órdenes (y podrían haber sido perfectamente personajes de sus obras) las enfermeras asesinas y el sujeto llamado Friztl.