29/6/07

Notas para envolver el bocadillo (1)

La literatura es detalle. La gran literatura es detalle. Toda gran literatura es descriptiva, minuciosa, de una u otra manera, con más o menos historia hilándolo todo, y bucea en un mundo de detalles recreados con palabras. No se puede escribir en general. O sí, pero sale una pasta, un cemento de palabras, un cementerio. El escritor primero ve y después escribe. En la literatura de verdad las palabras siempre van después; las palabras son pinceladas que construyen lo visto, lo sentido, lo vivido. Y si se hace bien, si las palabras adecuadas se dejan atrapar lo visto emerge otra vez, de otra manera, sobre el papel, o sobre la pantalla. Entonces, esa realidad se lee. Y eso nos emociona, como emocionó al autor, y lo vemos, como lo vio él. Lo vemos desde él, lo que ya es tomarse muchas confianzas con alguien que normalmente no conocemos en persona pero al que acabamos conociendo más que a muchos otros que nos rodean. Un libro, así, es como un monstruo de Frankenstein rematado por un sinfín de puntos y cosidos, que a pesar de todo a veces acaba levantándose y se va a asustar almas por ahí, con un andar más o menos torpe.

Las cosas son detalles unidos misteriosamente. En algún lugar del coco estos detalles se unen convirtiéndose en cosas. Pero poco a poco dejamos de ver esos detalles; las cosas aparecen enteras, hechas, de una pieza, porque es como si se gastaran de tanto verlas, y esos detalles otras veces se nos aparecen claros, a lo mejor por primera vez, y con suerte, con mucha suerte, podemos quizá encontrarles unas palabras que no los estropeen, que los respeten, que les permitan aparecer para siempre, escritos. Escribir debe ser volver a nombrar las cosas; volver a verlas. Se ve lo que ya hemos visto, lo reconocemos.

Son cosas escritas, son cosas leídas, son cosas reales. Es literatura, podríamos decir, realista. Aunque da igual la etiqueta. Las etiquetas están estropeadas por tantos sobreentendidos y tópicos que en lugar de facilitar la comunicación la enredan. Es cuando las palabras, con tantos sambenitos encima, apenas sirven para decir nada. Puede ser esta una.

En el cuento La carta robada de Poe la carta está a la vista (encima de un tarjetero, sobre la repisa de una chimenea, tan a la vista que se vuelve invisible). Se busca en todas partes, se escudriñan todos los cajones y hasta los travesaños de las sillas se revisan por si hay alguna grieta sospechosa; se ha mirado debajo de la cama, debajo de las alfombras, en todo los debajos posibles, pero la carta está a la vista, en el lugar más a la vista, y por lo tanto más escondido. Esta literatura que me gusta vuelve a ver donde ya no vemos. No es otra cosa. No es nada del otro mundo, de otros mundos, o de otros mundos que no estén en este, nada demasiado especial o subterráneo. La gran literatura mira y nombra. Pone nombres a las cosas; pone palabras a la imagen de las cosas. Esto no quiere decir que lo que se construye con palabras sea clavado a la realidad del que lee, tal palo para tal astilla. Es más, nunca es así. Es la mirada del que escribe la que leemos, la que vemos, por supuesto, y que puede variar tanto del que lee que el mismo objeto o persona sean completamente distintos, de distintos planetas.

Esa literatura, la que nos gusta a todos, aunque cada uno se declare incondicional de unos u otros autores, pues cada uno encuentra un mundo más cercano en unas u otras páginas, es la que nos permite siempre respirar dentro de sus páginas. Estamos cómodos. Es tan acogedor ese lugar que tan tranquilamente dejamos el nuestro, nuestra vida, para instalarnos allí, por unas horas, en esa otra vida que se levanta como un holograma en nosotros. La mala literatura es la primavera del asmático, un ahogo, un paraje lunar con unos cuantos cráteres y las huellas en el suelo polvoriento de un astronauta al que le pica un testículo y no se puede rascar. A veces es una selva frondosa, de plantas de plástico. Pero recordemos lo bueno, hasta de lo malo.


Todo se resume en lo que decía Pla; detrás de cada palabra una cosa.

(Si me he puesto un poco demasiado pedante pido perdón a mis amigos, en especial a Conde y don Antonio, que merecen envolver sus bocadillos con cosas más amenas. En mi defensa diré que estoy pagando ahora los excesos de una cena de churrasco, vino peleón, unas copas de garrafón y la lectura de Roland Barthes de ayer a la tarde.)

22 comentarios:

A. C. dijo...

La frase con la que da comienzo este magnífico papel me ha llevado a una de las , para mi gusto, mejores novelas de los últimos años, 'Extinción', de Ian McEwan. La novela entera es una reflexión sobre el realismo que al lúcido Martín le encantaría. Cito dos frases con las que, ahora me doy cuenta, McEwan jalona la novela. La una casi, para evitar malentendidos, empuja a sustituir el término 'realismo' por el de 'vitalismo', y dice así:
"A la edad de once años había escrito su primer relato; una tontería, una imitación de media docena de cuentos populare y desprovisto, como comprendió más tarde, de ese conocimiento vital de las cosas del mundo que inspira respeto a un lector".
En el epílogo de esta obra de arte, McEwan cuenta unas cuantas anécdotas. Entre ellas, está la de aquellas personas a las que acudió el autor para revisar el manuscrito. Puesto que la novela sucede, en buena medida, durante la Segunda Guerra Mundial, McEwan pasó el manuscrito a un "servicial excoronel de los Buffs", que airadamente le recriminó de esta manera: "Absolutamente ningún (subrayado dos veces) soldado del ejército británico diría "paso ligero". Sólo un norteamericano daría una orden semejante. El término correcto es "a paso ligero"."
Y luego el propio McEwan añade:
"Me encantan estas minucias, este enfoque puntillista de la verosimilitud, la exactitud de detalle que al acumularse proporciona tanta satisfacción."
Por lo demás, estoy impresionado por la lucidez que os dejan las comidas opíparas y el vino peleón. Sigan, sigan.

conde-duque dijo...

"El escritor primero ve y después escribe. En la literatura de verdad las palabras siempre van después; las palabras son pinceladas que construyen lo visto, lo sentido, lo vivido."
Totalmente de acuerdo, Mabalot. Si las palabras son sólo palabras y no llevan a la cosa, pierden "valor de verdad" (como se dice en lógica). Sí, y formar un hogar con esas palabras, donde odamos vivir los demás, y pensar, y emocionarnos... Como he puesto antes en mi blog, eso es "literatura verdadera".
PD: Pero lanzo una duda: ¿y el lenguaje -que forma arte de la realidad- puede ser también una cosa y no sólo un instrumento para decir la cosa? ¿O eso sólo sería artificio sin vida?

conde-duque dijo...

"forma parte" quería decir

Anónimo dijo...

Yo creo, contestando a Conde-Duque, que cuando el lenguaje es lo más importante de una novela, o sea la forma, es que el autor tiene poco que decir. No sucede así en poesía o en prosas poéticas claramente definidas como tal. Entonces claro que el lenguaje, la forma, es lo primordial. Es el manido debate entre forma y fondo. Decía Cortázar que una cosa o la cuentas bien o de alguna forma no la estás contando. Para mí, forma y fondo han de tener la misma importancia. Pero prefiero el fondo con forma precaria o desaliñada (como Baroja o Dickens) que la forma hueca sin nada que contar, el alarde por el alarde. Normalmente el autor que pone más énfasis en la forma que en el fondo es un autor acomplejado, que necesita el lucimiento, atraer la atención, demostrar que sabe escribir, etcétera. Es como el que se compra un coche lujoso para lucirlo o el que se pasea por la calle con pinta estrafalaria.

Y por otra parte ya es hora de que lea esa novela, Expiación, que he tenido varias veces en mis manos y nunca me decidí a comprarla. En general no compro novedades, porque cuestan mucho y me desilusionan bastante. Prefiero ir completando poco a poco obras completas de autores que me gustan mucho. Pero los párrafos que ha copiado Bernardinas me gustan, así que creo que me haré con la novela y la leeré por fin, a ver qué tal.

Saludos a todos.

Anónimo dijo...

Yo creo, contestando a Conde-Duque, que cuando el lenguaje es lo más importante de una novela, o sea la forma, es que el autor tiene poco que decir. No sucede así en poesía o en prosas poéticas claramente definidas como tal. Entonces claro que el lenguaje, la forma, es lo primordial. Es el manido debate entre forma y fondo. Decía Cortázar que una cosa o la cuentas bien o de alguna forma no la estás contando. Para mí, forma y fondo han de tener la misma importancia. Pero prefiero el fondo con forma precaria o desaliñada (como Baroja o Dickens) que la forma hueca sin nada que contar, el alarde por el alarde. Normalmente el autor que pone más énfasis en la forma que en el fondo es un autor acomplejado, que necesita el lucimiento, atraer la atención, demostrar que sabe escribir, etcétera. Es como el que se compra un coche lujoso para lucirlo o el que se pasea por la calle con pinta estrafalaria.

Y por otra parte ya es hora de que lea esa novela, Expiación, que he tenido varias veces en mis manos y nunca me decidí a comprarla. En general no compro novedades, porque cuestan mucho y me desilusionan bastante. Prefiero ir completando poco a poco obras completas de autores que me gustan mucho. Pero los párrafos que ha copiado Bernardinas me gustan, así que creo que me haré con la novela y la leeré por fin, a ver qué tal.

Saludos a todos.

Anónimo dijo...

Pido disculpas por haber mandado dos mensajes. No sé a qué se debe. Seguramente se me haya quedado el dedo pegado el botón, jaja.

Mabalot dijo...

Sr. Castellote, por su comentario y como me fío muy mucho de su gusto voy a toparme cara a cara con la novela de McEwan. Seguiremos mientras podamos con estas notas "envoltorio", trayendo libros y lo que sea a nuestro cubil literario...

Conde-Duque plantea una pregunta que... ay, sabe donde duele. En principio Martín contesta lo que parece lógico decir del tema, pero me lo pienso un poco. Supongo que el género es importante a la hora de decidir si el lenguaje puede vivir por sí mismo. Pero me resisto a creer por sí solo el lenguaje tiene algo que decir, de sí mismo, sin una realidad detrás. Excelente y eterna pregunta en literatura.

Gracias también Martín por tus siempre interesantes comentarios. Nos ha salido un comentarista a pedir de boca.

Portarosa dijo...

Os recomiendo "Expiación", sin duda.

En cuanto al post: ai disagrí.
Y no porque no piense lo que piensa Maba (y probablemente Conde y los demás) sobre qué es literatura buena, ni porque no le pida a la literatura que me hable de la vida. Sino (y no sé si ya me estoy poniendo tonto) porque sencillamente eso no es realismo. O no es una característica exclusiva del realismo, mejor dicho.

Tal vez deberíais definir qué es para vosotros realismo (tal vez lo estéis haciendo y yo no me doy cuenta). Pero lo que no vale (con todo mi cariño, of course) es decir que todo lo bueno es realista, para acto seguido empezar a ensanchar esa categoría de modo que quepa, eso, todo lo bueno.

Y, para no ser impreciso, concreto:

Toda gran literatura es descriptiva, minuciosa, de una u otra manera, con más o menos historia hilándolo todo, y bucea en un mundo de detalles recreados con palabras. No se puede escribir en general. O sí, pero sale una pasta, un cemento de palabras, un cementerio.
Yo, o bien no entiendo qué quieres decir con esto, Maba, o no estoy de acuerdo.

No sigo, que yo mismo me harto.

Abrazos.

Anónimo dijo...

Permítanme repetir parte del comentario anterior que hice sobre Joyce, porque viene al pelo de lo que expone el sr. Martín en el planteamiento que hace entre fondo y forma. Vaya por delante que, como a todos los que intervienen en este blog, sus apreciaciones me parecen muy interesantes y les felicito y doy las gracias porque estoy aprendiendo mucho.


Tal vez eso que llamamos descripciones realistas en la literatura estén condenadas a ser convencionales porque están obligadas a estar a la moda. Están obligadas a poner de relieve precisamente las cosas que una época concreta considera importantes, que son exactamente las cosas que la época siguiente considerará carentes de importancia. El cumplido directo se refiere a todos los detalles pasajeros, el indirecto, a la impresión más duradera. Si Dante hubiera descrito a Beatriz con los ropajes exactos que vestía nos habría parecido extravagante. Pero pasarán los siglos y el tiempo nunca modificará el agudo filo del gran cumplido indirecto, esa manera más antigua y más inteligente de describir el efecto y no los aspectos externos. Toda la diferencia entre construcción y creación es ésta: que una cosa construida sólo puede amarse después de haber sido construida, mientras que una cosa creada es amada antes de que exista, igual que una madre puede amar al hijo que lleva en su vientre aún no nacido. En el arte creativo, la esencia de un libro existe antes que el libro, e incluso que los detalles principales del libro. En un sentido muy real, el estilo es mucho más importante que los personajes o la narración.

Parafraseando a Galdós, el gran defecto de la mayor parte de los escritores es utilizar elementos extraños, convencionales, impuestos por la moda, prescindiendo por completo de los que la sociedad les ofrece con extraordinaria abundancia. Y señala también el maestro: "En vez de mirar a los libros y a sus autores inmediatos, miro al autor supremo que los inspira, por no decir que los engendra, y que después de la transmutación que la materia creada sufre en nuestras manos, vuelve a recogerla en las suyas para juzgarla, al autor inicial de la obra artística, el público... a quien no vacilo en llamar vulgo, dando a esta palabra la acepción de muchedumbre alineada en un nivel medio de ideas y sentimientos, al vulgo, sí, materia primera y última de toda labor artística, porque él, como humanidad, nos da las pasiones, los caracteres, el lenguaje y, después, como público, nos pide cuentas de aquellos elementos que nos ofreció para componer con materiales artísticos
su propia imagen: de modo que empezando por ser nuestro modelo, acaba por ser nuestro juez".

El despiste consiste en fijarse muchas veces en las figuras del lenguaje más que en el significado. Un hombre puede presumir de haber estado con muchas mujeres y seguir siendo un ignorante con su primer amor; puede escribir cualquier cosa y alcanzar las más altas cumbres del éxito económico. De eso hay muchos ejemplos. En la creación literaria, sea épica, narrativa o poesía para admirar algo hacen falta razones, para amarlo no.

conde-duque dijo...

A ver, Portorosa, yo creo que habéis centrado la discusión en lo menos interesante y productivo del asunto: el término "realismo" (y si tal obra o autor es o no realista, etcétera).
Las veces que hemos utilizado ese término (yo apenas lo he hecho, creo que sólo una vez) ha sido de manera orientativa, aproximativa, para hacernos una idea (para entendernos, pero precisamente ha sido el origen de muchos malentendidos, porque unos lo entienden y otros no, o unos de una manera y otros de otra; cada cual es cada cual), reivindicando en todo caso cierta tradición y ciertos autores que generalmente han sido despreciados precisamente por ese "realismo" del que se les acusaba; sí, éste ha sido muchas veces un término peyorativo, casi un insulto, con la banderilla del adjetivo correspondiente, como decía Castellote el otro día ("costumbrista", "garbancero", etc.). Pero denunciar esa campaña totalmente absurda y sin sentido no significa ponerse en la trinchera contra otras formas de hacer literatura, ni mucho menos.
La mirada literaria que proponemos no cabe en una definición: precisamente este blog se ha abierto para ir trayendo textos e ideas, para ir abriendo debates (y creo que hasta ahora se están tratando temas muy interesantes, esenciales, forma y fondo, realidad, artificio, etc., que sí merece la pena abordar, muchísimo más interesantes que discutir sobre un término o una determinada etiqueta)... En definitiva, supongo que hacemos todo eso para ir conformando algo que tampoco sabemos exactamente qué es: YA LO IREMOS HACIENDO. O al menos así lo veo yo.
Yo al menos no tengo las cosas tan claras, ni creo que las tenga nunca. Pero mientras intentamos clararnos un poco y, sobre todo, entretenernos.
Un abrazo a todos, y seguid hablando de "cosas", por favor, más que de "palabras".

conde-duque dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
conde-duque dijo...

Erasmo, no sé si te habré entendido bien lo del principio, pero no estoy de acuerdo con esa identificación entre descripción realista-convencionalismo-moda. Yo creo que es al revés. Hay mucho gato por liebre, y generalmente está de moda lo menos real, lo más artificioso. Lo difícil es encontrar una descripción realista verdadera. Lo convencional es lo no natural (physis/nomos).
Precisamente por ahía van los tiros de lo que dice Galdós en el texto que has puesto, creo yo.

conde-duque dijo...

Por último: que Alonso Quijano vista con 2sayo de velarte, calzas de velludo, pantuflos y vellorí de lo más fino" no creo que le quite universalidad. Más bien creo que en su realismo (en su verdad) está precisamente su inmortalidad.
Me daría igual que Beatriz llevase rpajes de su época. Lo raro sería que fuese en bolas o con jeans...

conde-duque dijo...

Perdón por comerme tantas letras. Es la prisa, que me voy... Arrivederci.

Anónimo dijo...

Vaya lío, madre mía! En menudos berenjenales nos estamos metiendo. A mí me gustan mucho todas estas opiniones porque engendran la duda, que siempre es buena para apartar posturas dogmáticas.

Lo primero decirle a Erasmo que ese Sr. precediendo mi nombre me ha puesto los pelos de punta. Tengo 25 años y por no tener no tengo ni novia. Creo que más o menos sé lo que quieres decir. A mí, sin ir más lejos, los autores que más me gustan tienen un estilo muy definido, digamos inimitables (Rulfo, Onetti, Faulkner, Celine, Cervantes, Dickens, Stendhal, y paro, que no quiero cansar) Son grandes por lo bien que contaron lo que contaron. Pero son autores que tienen mundos propios, y muchas cosas que contar. Los que no tienen nada que contar, para qué escriben. ¿Para lucirse? ¿Para echárselas de literatos, intelectuales y letraheridos? No es obligación escribir. Yo creo que todo el mundo puede tener algo que contar, pero se necesita tesón, valentía y talento para hacerlo, y una cierta independencia, el ir por libre en un mundo de cuadrillas, apartándose de tradicionalismos, modas y demás para desde la frontera otear de reojo el mundo y sus gentes e intentar penetrar en sus almas, en su interior. También en el interior de uno mismo, cosa a veces bastante desagradable. Estoy muy de acuerdo con el párrafo tan interesante y acertado que has puesto de Galdós. El mejor estilo es el de los sentidos, el abrir bien los ojos y las orejas y la nariz y las manos para observar y escuchar y oler y tocar lo que nos rodea.

En cuanto al tan traído y llevado realismo ya creo que dejé claro lo que opino al respecto, y no voy a repetirme. Para hurgar más en la llaga sólo decir que las novelas de Lobo Antunes son, para mí, realistas (quizá sólo el pensamiento de cada uno sea la auténtica realidad) y aclarar que cuando dije que la gran literatura es siempre realista es porque estoy un poco harto de que escritores de medio pelo que critican a Galdós o a otros escritores que sabían lo que se hacían y lo que decían y compusieron novelas de un vigor que ya nunca más se dará abominen tanto de la novela realista y del realismo, como si el realismo apestara. Lo que dice mejor que yo Conde-Duque. Y porque si hacemos un repaso de las grandes novelas que han quedado en la historia de la literatura (y si han quedado es por algo), desde el Lazarillo hasta Balzac, todas son novela realistas. Novelas que describen la época, su mundo, novelas en cierto modo históricas; yo odio la novela histórica. Lo que quiero decir es que si uno quiere saber cómo fue la posguerra, lo mejor que puede hacer es leer las novelas de Marsé, y a Galdós si quiere saber cómo era el Madrid de su tiempo, y a Dickens si quiere saber cómo fue la Inglaterra victoriana.

Escritores así son los que recogen la esencia y sacan todo el jugo a su época, aunque se valgan de la imaginación para hacerlo. Porque sólo hay una forma de alcanzar la verdad: imaginándola. ¿La imaginación es realista? ¿Son los sueños realistas? Yo creo que a veces más que la propia realidad. Y la novela es la herramienta que utiliza el hombre curioso para moverse por esos vericuetos donde la realidad y la ficción se confunden y son una misma y única cosa.

En fin. Que me alargo mucho. Os leo con atención. Está interesante el blog.

Saludos a todos.

Anónimo dijo...

Sí, es verdad quizá no me he expresado bien, que es lo más probable. Vamos a ver. Lo que quiero decir lo ha resumido usted en la frase "lo convencional es lo no natural". Estar a la moda significa para mí escribir sin ton ni son simplemente porque un editor te lo pide porque hay que vender, sin más. Pongo el ejemplo clarísimo de El Código Da Vinci libro que considero que es una pura bazofia pero que le ha reportado muchos dineros a su autor y a su editor. Entiendo por moda, en este sentido, la antítesis de lo que hace el creador literario de verdad, sea de la corriente que sea, me da igual, realista o simbolista, o cualquier otro. Comparto con usted que un libro me puede gustar o no porque los gustos se pintan en colores. Ahora bien también puedo reconocer que puede ser un gran libro aunque a mí no me guste o me aburra. El Ulises de Joyce es un claro ejemplo. Lo leí hace unos cuantos años, en la universidad, y me pareció un pestiño, pero reconozco que es, en cuanto a creación e innovación literaria una obra cumbre de la literatura universal y sería estúpido y un atrevimiento por mi parte poner esto en duda. A mucha gente le pasa también con El Quijote. Lo políticamente correcto es decir que te ha encantado y que lo has leído entero. Pues bien, yo no me lo creo. Estoy convencido de que al Quijote hay que entrarle con una cierta madurez y con la cabeza amueblada porque si no, no llegas al final. Mucha gente no lo ha leido y miente descaradamente porque así somos los humanos. Y, por eso, ¿voy a decir que es un libro malo? No, evidentemente. La buena literatura se hace porque, en cierto modo, el que la crea tiene un don que no está al alcance de todos: escribir bien y saber llegar al fondo del hombre, a su sentimiento. Por eso es universal, como la Historia de Genji es universal aunque sea un libro japonés escrito en el siglo XII, y por eso en esta materia creativa que, insisto, solo es humana lo mejor no pertenece solo al pasado ni al presente; también, por qué no, lo mejor o lo igual a lo mejor está por venir. Si yo no hubiera leido a Amici, Twain, Salgari, Defoe, Stevenson o Tagore en mi niñez, por citar algunos de los que considero grandes escritores, no entendería ni degustaría a Cervantes ni a Shakespeare ni a Galdós o a Dostoyevski y tantos y tantos otros en mi juventud y en la madurez. También he leido, y no me cuesta reconocerlo a Estefanía y a otros literatos de kiosko y no pasa nada. En cuestión de libros no se pueden imponer gustos pero la buena literatura está ahí y objetivamente sabemos, los que estamos acostumbrados a leer de todo, qué es esto de la buena literatura. Si yo te recomendara que leyeras el Santo Tomás de Chesterton me dirías pero este tío que dice. Pues mira, yo considero que para determinados temas es necesario leer el Santo Tomás de Chesterton. Ahora estoy releyendo Elogio de la locura de Erasmo y me está fascinando. Me queda mucho por leer y hay categorías de autores y libros. Yo ya estoy en esta tesitura personal: no leo cualquier cosa. La belleza es algo incontestable, tanto en un poema como en una mujer.

Anónimo dijo...

El Ulises es un gran libro. Yo lo que leí me enseñó mucho. Pero no es una gran novela ni nada que se le parezca. Y desde luego es un libro dirigido a literatos, nunca a un lector normal, popular. El Quijote es otra cosa. En la escuela, nada, un pestiño. Como todo lo que resulta obligado y expuesto a examen. Pero luego qué maravilla, qué gran libro. Leer a Cervantes es un placer. Su prosa es limpia, ágil, sorpresiva, dura, tierna, encanallada, ingenua… En fin. Cada uno tiene sus gustos, tan válidos como los del más entendido. Yo empecé con Stephen King, y con las noveluchas del oeste también.

Dicho todo lo que hasta ahora he dicho sobre el realismo, decir por último que estoy de acuerdo con Juan Marsé cuando en una entrevista dice: "A eso que llamamos realidad yo, en privado -digamos en la cocina del escritor-, suelo tratarla con cierto desdén: la rajo, la destripo, la troceo, la adobo, la guiso y le doy otro sabor. Le cambio la nariz a la señora realidad porque tal cual es, el dato real no me sirve. Siempre he creído que un autor, por muchos datos reales que acumule en una novela: personajes y hechos y lugares y fechas verificables, no aumentará la ilusión de realidad, lo cual no quiere decir que yo desdeñe a esa terca señora. Es más, llevo con orgullo el estigma de escritor realista. Pero es esa quimera de lo real lo que me interesa. La ficción no aspira a ser la realidad, no quiere ocupar su puesto; quiere representarla, pero no suplantarla. En los buenos relatos las cosas aparecen y se manifiestan allí donde no se las nombra. Son relatos que contienen siempre grandes dosis de fe en sí mismos, por eso la novela disfraza una y otra vez la realidad con los ropajes de la ficción, porque confía en la ficción más que en la realidad"

Si defiendo el realismo (y de verdad que ya estoy harto del término; juro que en el próximo comentario hablaré de la novela de ciencia-ficción, jaja) es porque creo que quien se aleja del realismo o lo desprecia corre el riesgo de caer en fanatismos o demagogias o metafísicas absurdas.

Mabalot dijo...

Ya lo dije antes, también; claras no están las cosas. Para eso escribo de esto, para intentar entender algo.

sUSCRIBO el comentario de Conde-Duque; "En definitiva, supongo que hacemos todo eso para ir conformando algo que tampoco sabemos exactamente qué es: YA LO IREMOS HACIENDO"

Estamos aquí para saber qué queremos. Debatir y escribir es la mejor forma para encontrar un poco luz en todo esto. Así que gracias por vuestros comentarios, de los que aprendo tanto.

Nos vemos...

Unknown dijo...

Creo que el "realismo" que defiende esta entrada podrían suscribirlo incluso algunos acendrados "antirrealistas", porque en realidad no hace sino abogar, más que por la "realidad" (sea eso lo que sea), por la precisión del lenguaje. Cuando admiramos una buena descripción, no es sólo porque nos ayude a "reconstruir" con la imaginación la cosa descrita, sino, sobre todo, porque paladeamos un estilo que percibimos como útil y necesario, a la vez que testimonio fiable de que el escritor "estuvo allí" y vio la cosa descrita con sus propios ojos, y encontró las palabras adecuadas para describirla. Es el triple placer que depara la precisión: acierto, fiabilidad, utilidad.
A estos respectos, siempre menciono un recuerdo que desgranaba Cernuda en uno de los pasajes de "Ocnos": hablaba de un profesor que tuvo, y que le dio algunos consejos literarios; entre ellos, que buscase siempre, en sus poemas, un "asidero plástico". Es un buen consejo, sin duda.

Vaya por delante mi admiración por Solana, al que descubrí, como supongo que mucha gente, gracias a Trapiello.

Mabalot dijo...

Sí, a eso iba; es más el "estilo" realista, preciso, lo que defiendo aquí. Y es el placer de la lectura de ese estilo lo que rememoro.
Entiende uno seguramente el realismo por ese lado.

Es una gran consejo el que le dieron a Cernuda. Tengo mano una cita de él sobre este tema:

"Mi disgusto ante los manierismos entonces habituales entre los escritores jóvenes, me libró de caer en no pocos de sus riesgos consiguientes. Hoy sé que el seguir ciegamente las maneras literarias de la época, tanto como la complacencia consigo mismo, dan pronto ocasión a las primeras arrugas, y que nada como ambas cosas hace vulnerable ante el tiempo a una obra literaria."

La sobriedad y precisión del estilo de Cernuda, además de su profundidad poética, lo salvaron de la escombrera lírica en la que tantos compis de generación cayeron.

Gracias, Sr. Ariza, sería un honor tenerlo de vez en cuando por aquí arbitrando estos debates literarios. Un saludo.

Anónimo dijo...

Un saludo. Esto del realismo...Voy a cometer una herejía pequeñita: Yo creo que Solana era naturalista más que realista...
Hale hop...Si he contribuído a que siga la discusión no saben cuánto me alegro.
Me gusta su "revista-blog-loquesea-" y volveré.

Portarosa dijo...

Me parece todo bien, muy bien. No hay nada como hablar para entenderse, aunque por ahí fuera no lo parezca.
En especial me encanta lo que dice Mabalot que dice Marsé.

Abrazos a diestro y siniestro.

(Por cierto, ¿no sería mejor que los comentarios se abriesen en una página nueva?, porque así yo al menos no puedo maximizarlos y leerlos es un poco coñazo... y no por su contenido, vive Dios.