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6/3/08

Baroja y yo

Siempre he pensado que a Baroja hay que leerlo y no alabarlo, porque pierde su valor. (Aunque esto parezca absurdo, yo sé lo que me digo).
Baroja es para leerlo, porque Baroja es escritor. En eso consiste. Y eso es lo único importante. (Aunque esto parezca de Perogrullo, yo me entiendo).
Y el Baroja escritor es, sobre todo, un estilo y una personalidad:
• Su estilo -su no estilo- es admirable. Yo creo que tendría que ser obligatorio, por Ley, escribir así. El mundo sería mucho mejor.
• Su personalidad, para mi gusto, tiene luces y sombras, como explicaré a continuación.

Nunca he comprendido la dinámica a favor o en contra que tanta gente tiene metida en la cabeza. Me parece absurda en cualquier ámbito, pero más si cabe en el de la literatura. Lo normal es que de un escritor nos gusten unas cosas y otras no. Que disfrutemos de unos libros más que de otros. Eso de salvar o condenar a un escritor, así, como un todo, no lo entiendo. Y con Baroja esa dinámica se ha dado –y se sigue dando– de una manera especialmente virulenta. En su figura convergen los odios más encarnizados y los amores más extremos (acríticos). O lo aborrecen o lo adoran, no sólo como escritor sino también como persona. O le insultan con verdadera saña o tratan de maquillar sus zonas más oscuras, que también las tiene.
Vaya por delante que Baroja me encanta como escritor y, en general, me cae bien como “personaje”, aunque trataré de enumerar qué es lo que más me gusta y lo que menos. Seguro que me dejaré cosas en el tintero, pero en fin... Allá voy:

ME CAE BIEN el Baroja solitario, el paseante, el misántropo, el que dice lo que piensa sin mayor miramiento, con sinceridad y sin escrúpulos ante el qué dirán. Me encanta el Baroja que camina, observa y después describe lo que ha visto. Ése, a mi modo de ver, es el gran Baroja. El que cuenta las cosas de forma natural y directa, sin afectación. El que escribe tanto, tantísimo… y tan bien, ese que siempre será actual porque nos habla directamente, de inteligencia a inteligencia, porque en él el lenguaje no es un obstáculo, como en tantos otros, sino el instrumento esencial de la comunicación. Un medio que hace vida, que da vida. Como debe ser.
Me cae bien el Baroja que vive escribiendo, ese hombre a una pluma pegado, y que se contradice cuando quiere; el Baroja que se quita importancia; el que es un poco insolente y kamikaze; el que sabe mirar; el que pone un toque de lirismo en mitad de la estepa. He disfrutado muchísimo con el Baroja de Las horas solitarias, el de las Memorias, el de los viajes y paseos, el que describe gentes y paisajes, etcétera.

[Me hace gracia el Baroja cazurro, el cabezón, el cascarrabias, el que no entiende las cosas porque no las quiere entender, pero a la vez me cabrea –y mucho– el Baroja ignorante que está orgulloso de serlo, que casi presume de ello, el que va con su amargura y con sus miserias a cuestas y que lo único que quiere es imponerse; el que se niega, el que se cierra en banda… y caga su sentencia. Porque el señor Baroja caga muchas sentencias, y opina de todo sin saber, como los tertulianos de la tele. Y también me parecería estúpido negar que hay un Baroja ideológicamente muy controvertido (baste recordar el famoso título de uno de sus libros: Judíos, comunistas y demás ralea).]

ME CAE MAL el Baroja pueril y ególatra, el que se da importancia, el que presume de linaje y antepasados y habla de la raza vasca y demás chorradas de paleto. El que para defenderse de los ataques que ha sufrido se sube a la parra del ridículo y fanfarronea absurdamente sobre cualquier tontería; el Baroja rencoroso y ventajista. No me gusta nada el Baroja crítico de arte ni de literatura ni de filosofía (me repatea especialmente cuando malinterpreta y utiliza de manera vergonzosa a pensadores como Nietzsche o Schopenhauer, ¡para matarlo!). El Baroja novelista a veces me aburre y a veces no.

Dice Mabalot que tengo una relación muy "extraña" con Baroja, y seguramente esté en lo cierto. Aunque creo que el rarito es él (Baroja), no yo.
Voy a poner el ejemplo de sus Memorias, que ya he dicho que me encantan. El Baroja personaje que allí aparece me hace gracia, en general me cae bien, pero no puedo obviar al Baroja escritor -y personaje “moral”- que se fabrica a sí mismo en sus Memorias como si fuese un elemento más de sus novelas (del mismo modo que los personajes de sus novelas no son sino Barojas transfigurados, un poco cambiados, habitualmente mejorados). Y me resulta incómodo, porque es como estar pillando constantemente a alguien en falta. Es como si los lectores fuésemos sus confesores pero él tratase de esconder sus culpas a la vez que se confiesa, por lo que queda aún más en evidencia. No sé, me da un poco de pena... Me desconcierta ese Baroja pueril, el que llora y patalea tirado en el suelo, el que insiste una y otra vez en que nunca miente, lo que nos hace suponer -naturalmente- todo lo contrario: a saber, que es un auténtico mentiroso. Ojo: no creo que Baroja mienta por maldad o para sacar beneficio de algo, sino simplemente porque ése es su método de literaturizarse a sí mismo, al “personaje Baroja”. Y hay una permanente preocupación autodefensiva, autoexculpatoria, que resulta agotadora. Vamos, que Baroja tiene una conciencia moral -¿una psicología?- muy rarita, la verdad. O eso me parece a mí. Desde luego Freud se pondría las botas con este paciente (por ejemplo, un tema evidente es el de las mujeres...).

Baroja es muy grande. Baroja es un maestro. Baroja es el escritor que nos enseña a escribir... leyéndolo.

13/10/07

Baroja en movimiento

Siempre me ha hecho gracia cómo empieza sus memorias don Pío (sí, otra vez por aquí):
"Yo no tengo la costumbre de mentir. Si alguna vez he mentido, cosa que no recuerdo, habrá sido para salir de un mal paso. No por pura decoración. Los hechos de la vida están casi siempre tan conectados el uno con el otro, que el mentir para darse tono me parece una estupidez sin objeto."
[...] "A mí se me ha ocurrido escribir unas Memorias ahora que ya no tengo memoria. Me he metido en esta tarea por la fuerza de la inercia. Leer, he leído mucho, quizá demasiado; hacer, ¿qué voy a hacer? No me voy a poner a estudiar matemáticas ni plantear negocios. No tiene uno la cabeza fuerte para eso. Dormir, me gustaría dormir mucha horas, pero duermo poco y mal."
Y más adelante nos sitúa. La verdad es que los prólogos de Baroja suelen ser una gozada; describe la vista desde un hotel, en alguna ciudad, o nos habla de las cuitas con su editor, o justifica sus libros, el libro que viene, de una forma bastante cómica. Parece que si fuese por él no haría nada; empezó escribiendo para pasar el rato, por llenar las hojas vacías de su cuaderno de médico en Cestona, y después para sacar unas pesetas se puso a escribir como una máquina, toda la vida.

"Este verano de 1941 lo he pasado en Itzea, en mi casa de Vera, leyendo y escribiendo. Me levantaba antes de las seis de la mañana, al sonar el Angelus, y, después de arreglarme un poco, estaba para esa hora dedicado a mi tarea.
El tiempo era para mí delicioso, tibio, húmedo y de poco sol. En estas primeras horas del día, la niebla gris dominaba el valle e iba después deshaciéndose y desapareciendo hasta dejar el cielo claro con un azul suave con nubes blancas sobre las alturas de los montes."
Vuelvo a sacar al bueno de Baroja aquí porque me encontré un fragmento de una película (Zalacaín el aventurero, de Juan de Orduña, 1955) en la que sale él, aunque su voz no le pega, entre otras cosas porque está doblada, juraría. Un actorazo, qué dominio, parece nacido para chupar cámara.

7/10/07

La novela realista, según Baroja

Escuchemos lo que nos dice este señor de la boina (con sus ambigüedades y contradicciones):


La novela, cajón de sastre:
"¿Hay un tipo único de novela? Yo creo que no. La novela es un género multiforme, proteico, en formación, en fermentación. Lo abarca todo: el libro filosófico, la aventura, la utopía, lo épico, lo lírico, todo absolutamente. Pensar que para tan inmensa variedad puede haber un molde único, me parece dar prueba de doctrinarismo y de dogmatismo. Si la novela fuera un género bien definido, como un soneto, tendría una técnica también definida. [...]"
***
Breve historia de la novela realista:
"Creo que la novela realista comienza en la literatura griega, en El asno de oro de Luciano de Samosata [...]; el de Apuleyo sale de idéntica cantera. A estas obras se une con el tiempo, por su cinismo, su realismo y sus detalles crudos, el Satiricón, atribuido a Petronio. [...]
El segundo foco en la historia de la novela realista mundial es España, con el autor de El lazarillo de Tormes, Cervantes, Esquivel, Quevedo, Vélez de Guevara. [...] En Francia aparecen Lesage y su Gil Blas. [...]
Otro carácter tomó la influencia de la literatura realista en Inglaterra. Aquí dejó su huella en Defoe, en Fielding y en Smollett. [...] La influencia de la novela realista española llega hasta Dickens, que a mí me parece uno de los escritores más extraordinarios del mundo, autor que ríe y llora, como un clown sublime. [...]
La novela realista pasa de Inglaterra a Rusia en el siglo XX; todavía la huella española se advierte en tres grandes escritores: en Gogol, en Turgeniev y en Dostoyevski. [...]"
***
Tipos de novela:
"Hay un tipo de novela esquemática, cerrada, de una unidad completa; y otra anárquica, multiforme, proteica y porosa. Respecto a la unidad del asunto, el aislamiento del proceso de la novela está bien, siempre que se pueda realizar lógicamente. El no conseguirlo o el no practicarlo es un defecto. La novela debe encontrar su finalidad en sí misma (una finalidad sin fin), debe contar con todos los elementos necesarios para producir su efecto; debe ser, en este sentido, inmanente y hermética. La novela cerrada, sin trascendentalismo, sin poros, por donde apenas entra el aire de la vida real, puede ser, indudablemente, y con mayor facilidad, la más artística. Existe la posibilidad de hacer una novela clara, limpia, serena, de arte puro, sin disquisiciones filosóficas, sin disertaciones ni análisis psicológicos, como una sonata de Mozart; pero es la posibilidad solamente, porque no sabemos de ninguna novela que se acerque a ese ideal. Por ahora, vemos la posibilidad; pero no el camino de realizarla. [...]"
***
La invención:
"Se dice que no es posible inventar una intriga nueva, que el filón está agotado. No lo creo. [...] En la novela y en todo arte literario lo difícil es inventar, sobre todo inventar personajes que tengan vida y que nos sean necesarios sentimentalmente por algo. [...] La composición de un libro, la corrección de la prosa, tienen importancia, claro es; pero como se pueden mejorar a fuerza de estudio y de trabajo, no dan esa impresión fuerte y sugestiva de la fantasía.
Por la invención son grandes Shakespeare, Cervantes, Molière, etc. Los escritores del XIX no pudieron inventar tipos tan sintéticos como los del XVI y XVII, no pudieron crear esquemas necesarios en nuestra vida sentimental, aunque muchos de estos escritores, como Dickens, Dostoyevski, Tolstoi e Ibsen, son de lo más grande que ha tenido la Humanidad. [...]
El detalle inventado y mostrenco salta a la vista como cosa muerta. El escritor puede imaginar naturalmente tipos e intrigas que no ha visto, pero necesita siempre del trampolín de la realidad para dar los saltos maravillosos en el aire. Sin ese trampolín, aun teniendo imaginación, son imposibles los saltos inmortales. [...]
La necesidad de la verdad en el detalle la siente el novelista moderno, hasta el punto de que todo lo que es engarce, montura, puente entre una cosa y otra, es decir, arte literario, técnica aprendida, le fastidia."

(Pío Baroja, Sobre la novela realista)