Aquel día, paseando con Ventura por el camino de la estación, vimos una cigüeña rezagada. Vuela alta, en dirección sur, con prisa en las alas y el cuerpo afilado, para incorporarse a los suyos. Ventura me pasa el brazo por los hombros mientras la vemos alejarse. “Son las historias las que mueven en mundo - me dice-. Falsas historias de personas que existieron o historias de gentes que no existieron pero que, de haber existido, habrían actuado así. Personas que se nos parecen, que son como nosotros quisiéramos llegar a ser, o como fuimos en un momento de nuestra vida dejado atrás. Personas que nos recuerdan a los que amamos o a los que amaríamos si les llegáramos a conocer. Sabemos de esas personas, hablamos de ellas y las imitamos porque ha habido alguien que nos ha contado su vida real o imaginaria. E imitando sus gestos crecemos, nos relacionamos con los demás enganchados a sus ilusiones, a veces incluso morimos imitando su heroísmo o su valor. Y ese comportamiento nuestro está basado en alguien que tal vez actuó así por imitación de otro alguien de quien le contaron, y así hasta ese principio nebuloso y caótico del que emergen las cumbres de los mitos. El narrador está ahí. Y no importa si el primer héroe fue real o inventado. En un mundo sin memoria, en un mundo sin pasado, el primer héroe será, sin duda, quien cuente a los demás que hubo una vez un héroe”.
El chico de las cigüeñas (Ediciones del Viento, 2009)
Presentación en Madrid, martes día 12 de mayo a las 2030 en la librería-café La buena vida