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28/1/08

Bautizo

"Alguna vez me contaron en la casa familiar, en Sevilla, cómo durante la fiesta que siguió a mi bautizo, al arrojar mi padre desde un balcón al patio lo que allí llamaban 'pelón', mis primos y primas, que eran numerosos, se arrojaron sobre el montón de monedas, mientras mi hermana Ana, segunda hermana mía, se quedaba en un rincón, mirando el espectáculo y sin participar en él. Al preguntarle alguno por qué no entraba ella también en la refriega, respondió: 'estoy esperando a que acaben'. En su respuesta veo no tanto la tontería inocente como la muestra de cierta cualidad insobornable, rasgo característico del temperamento familiar, que también existe en mí. Así, frente a la turbamulta que se precipita a recoger los dones del mundo, ventajas, fortuna, posición, me quedé siempre a un lado, no para esperar, como decía mi hermana, a que acabaran, porque sé que nunca acaban o, si acaban, que nada dejan, sino por respeto a la dignidad del hombre y por necesidad de mantenerla".

Historial de un libro, Luis Cernuda

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Es el final de este libro de Cernuda que compré un día después de leer el pasaje, felizmente espigado, siguiendo un foro por el que en días de asueto me dejo caer. Había allí una sangrienta turbamulta entre nicks (unos agraviados por la entrada principal, otros satisfechos por la humillación), y cuando se le preguntó a uno de los grandes enemigos de los agraviados por qué no iba a él a degüello en aquella ocasión, que tan fácil se lo habían puesto, contestó magnífico: "Hoy es uno de esos días en los que uno tiene que tener cierta grandeza". Me maravilló, porque yo tampoco me encuentro cómodo con el viento a favor, especialmente si de lo que se trata es de usar el cuchillo. La frase, por lo demás, inspiró a otro, que copió el texto que ahora cito.