28/7/07

"La cola del hambre"

El Babelia de hoy adelanta una crónica del libro de Solana que saldrá estos días, al parecer, en la editorial Comares con el título "La España negra II", y que ya había salido de la mano de Trapiello la primera parte. Todos los agradecimientos son pocos a este escritor, Trapiello, que estoy seguro está detrás de la jugada, pues es el gran oreador de la obra de Solana, y en Comares da vida a la colección La Veleta, que reúne cosas muy interesantes en ediciones muy cuidadas y de buen gusto.

Pego aquí el enlace al artículo.

20/7/07

La técnica Mordejai

"En Misericordia me propuse descender a las capas ínfimas de la sociedad matritense, describiendo y presentando los tipos más humildes, la suma pobreza, la mendicidad profesional, la vagancia viciosa, la miseria, dolorosa casi siempre, en algunos casos picaresca o criminal y merecedora de corrección. Para esto hube de emplear largos meses en observaciones y estudios directos del natural, visitando las guaridas de gente mísera o maleante que se alberga en los populosos barrios del sur de Madrid. Acompañado de policías escudriñé las "Casas de dormir" de las calles de Mediodía Grande y el Bastero, y para penetrar en las repugnantes viviendas donde celebran sus ritos nauseabundos los más rebajados prosélitos de Baco y Venus, tuve que disfrazarme de médico de la Higiene Municipal."



"El moro Almudena, Mordejai, que parte tan principal tiene en la acción de Misericordia, fue arrancado del natural por una feliz coincidencia. Un amigo, que como yo acostumbraba a flanear de calle en calle observando escenas y tipos, díjome que en el Oratorio del Caballero de Gracia pedía limosna un ciego andrajoso, que por su facha y lenguaje parecía de estirpe agarena. Acudí a verle y quedé maravillado de la salvaje rudeza de aquel infeliz, que en español aljamiado interrumpido a cada instante por juramentos terroríficos, prometió contarme su romántica historia a cambio de un modesto socorro. Le llevé conmigo por las calles céntricas de Madrid, con escala en varias tabernas donde le invité a confortar su desmayado cuerpo con libaciones contrarias a las leyes de su raza. De este modo adquirí ese tipo interesantísimo, que los lectores de Misericordia han encontrado tan real. Toda la verdad del pintoresco Mordejai es obra de él mismo, pues poca parte tuve yo en la descripción de esta figura. El afán de estudiarla intensamente me llevó al barrio de las Injurias, polvoriento y desolado. En sus miserables casuchas, cercanas a la fábrica de Gas, se alberga la pobretería más lastimosa. Desde allí, me lancé a las Cambroneras, lugar de relativa amenidad a las orillas del río Manzanares, donde tiene su asiento la población gitanesca, compuesta de personas y borricos en divertida sociedad, no exenta de peligros para el visitante. Las Cambroneras, la estación de las Pulgas, la Puente Segoviana, la opuesta orilla del Manzanares hasta la casa de Goya, donde el famoso pintor tuvo su taller, completaron mi estudio del bajo Madrid, inmenso filón de elementos pintorescos y de riqueza de lenguaje."

(Benito Pérez Galdós, Prefacio a Misericordia)

15/7/07

Wim Wenders sobre Ozu

"Cada uno sabe lo que significa la percepción de la realidad. Cada uno ve su realidad con sus propios ojos. Se ve a los otros, sobre todo a quienes amamos. Se ven las cosas que nos circundan, las ciudades y los paisajes en los que se vive. Se ve también la muerte, la mortalidad de los hombres, la fragilidad de las cosas. Se ve y se vive el amor, la soledad, la felicidad, la tristeza, el temor. En suma cada uno ve para sí la vida. Y cada uno sabe la diferencia enorme que existe entre las experiencias personales y las representaciones de esas experiencias en la pantalla. Hemos aprendido a considerar esa distancia enorme que separa el cine de la vida como algo perfectamente natural. A menudo permanecemos con la boca abierta y nos sobresaltamos cuando descubrimos algo de verdad o de real en una película, incluso si es el solo gesto de un niño en el fondo, o un pájaro que cruza la imagen, o una nube que lanza solo por un momento su sombra en la escena. Es raro en el cine de hoy encontrar tales momentos de verdad, ver personas o cosas que se muestren como son realmente. La cosa verdaderamente excepcional en las películas de Ozu, sobre todo en las últimas, era ver estos momentos de verdad. No, no eran solamente los momentos, era una verdad extensa que duraba de la primera a la última imagen. Eran películas que continuamente y de verdad hablaban de la vida misma, y en las que las personas, las cosas, las ciudades y los paisajes se revelaban. Tal representación de la realidad, semejante arte, no se encuentra más en el cine. Lo fue una vez."

Tokyo-Ga, de Wim Wenders (1985).


En la primavera de 1983 el director alemán Wim Wenders se fue a Tokyo con una cámara. Han pasado 20 años desde la muerte de Yasujiro Ozu. ¿Qué queda en el Japón del momento de la época retratada en las películas de Ozu? ¿Que queda de la obra del propio Ozu? El alemán reflexiona sobre el cine de Ozu, sobre la realidad y graba lo que ve, "para mirar solamente, sin intentar probar nada".

12/7/07

Reflexiones de María Zambrano sobre Galdós y el realismo español

Muchos pasajes de La España de Galdós, de María Zambrano, podrían servir de inspiración para el Manifiesto del Círculo Solana. He seleccionado algunos párrafos:

“Galdós nos presenta la confusión, la avidez, la proliferación de la vida y su apetencia de corporeidad. A esto se le ha llamado “realismo”, como a casi todo lo que de España alcanza una cierta visibilidad. No sé si se ha notado que también ofrece una claridad que se alarga en camino, un horizonte que se abre sin término, y aun un centro, todo ello sin abandonar este lugar de la vida. […]
Pues así como en el instante más anodino de la vida de una persona está la huella de todo su ayer con todos sus instantes, asimismo en los personajes de Galdós y en sus complejas relaciones está la huella viva, prolija y multiforme de nuestro multiforme pasado. El protoplasma hispánico impreso de mil huellas, hirviente también de nuevos gérmenes, es el sujeto único, el personaje de innumerables caras de la novela galdosiana."

Galdós con boina (detalle importantísimo)


"En la novela de Galdós –muestra de realismo español–, la fascinación de la vida ha triunfado sobre el poder de las ideas, sobre su prometedora fuerza de avasallar la realidad. Y amor con amor se paga: la realidad viene a entregarse así a quien así se le entrega. De ahí la riqueza innumerable, la infinita complejidad y la magia que de ella emana. Magia igual a la que irradia una pared desconchada, un cardo en un erial, unas tejas verdinegras de lluvia y tiempo, un rostro surcado por los días; todo lo vulgar, aquello cuya gracia consiste solamente en existir.
La maravilla de la existencia, el prodigio y misterio de la realidad y de la vida, corre a través de las innumerables páginas galdosianas, extendiéndose monótonamente sin principio ni fin. […]
Un novelista ha de desentrañar una misteriosa realidad sin alterarla. Y como no se sabe en qué consiste lo misterioso del misterio, ni en qué matiz leve están impresos sus rastros, surgirá el realismo español. Tal vez el tan renombrado “realismo español” provenga del temor que a todo artista –novelista o pintor– acomete frente a la complejidad de esa realidad y de esa vida, de sus múltiples facetas; en último término, respeto y aun indecisión; porque no se sabe qué tomar y qué dejar.
El novelista ha de ser siempre un visionario, alguien que sabe mirar para crear luego visiones verídicas. […] Que se hayan dado algunas miradas de este género es ya una fortuna. La de Cervantes ha ido más allá que todas, es la que ha descendido hasta el centro más vivo y creador; es la de mayor acuidad, finura y percepción. Es la mirada por excelencia. Sólo hay un lugar más hondo que el lugar desde donde ella mira; ese otro de los místicos cuyo horizonte atraviesa el mundo. Cervantes anda en su lindero; un poco más, y se hubiera perdido el mundo humano que nos descubre. Como, a poco más, Velázquez no hubiese ya pintado."

(María Zambrano, La España de Galdós, Círculo de Lectores, Barcelona, 1991)

9/7/07

Actas del Club Pickwick


"12 de mayo de 1827. Bajo la presidencia del señor Joseph Smiggers, VPPMCP (Vicepresidente Perpetuo, Miembro del Club Pickwick). Se aprobaron por unanimidad las siguientes resoluciones:

Que esta Asociación ha escuchado, con sentimientos de satisfacción sin reservas y con aprobación incondicional, la lectura del informe presentado por el señor Samuel Pickwick, PGMCP (Presidente General, Miembro de Club Pickwick), bajo el título Hipótesis sobre las fuentes de los estanques de Hampstead, con algunas observaciones sobre la Teoría de los Renacuajos, y que esta Asociación ha acordado que conste en acta su más cálido agradecimiento al mencionado señor Samuel Pickwick por dicha lectura.

Que, por lo mismo que esta Asociación percibe vivamente las ventajas que para la causa de la ciencia han de derivarse del estudio antes tomado en consideración -así como de las incansables investigaciones que el señor Samuel Pickwick, PGMCP, ha llevado a cabo en Hornsey, Highgate, Brixton y Camberwell- no puede menos de considerar con interés los inestimables beneficios que inevitablemente resultarán de trasladar los estudios de este docto caballero a un campo más extenso, ampliando sus viajes y, en consecuencia, ensanchando su esfera de observación, para el avance del conocimiento y la difusión del saber.

Que, con el mencionado objetivo, esta Asociación ha considerado seriamente una propuesta presentada por el susodicho señor Samuel Pickwick, PGMCP, y otros tres pickwickianos, cuyos nombres se hacen constar más abajo, para formar una nueva rama de Pickwickianos Unidos bajo el título de Sociedad Correspondiente del Club Pickwick.

Que la mencionada propuesta ha sido aprobada y sancionada por esta Asociación.

Que la Sociedad Correspondiente del Club Pickwick queda por consiguiente constituida desde ahora; y que los señores Samuel Pickwick, PGMCP, Tracy Tupman, MCP, Augustus Snodgrass, MCP, y Nathaniel Winkle, MCP, quedan nombrados miembros de la misma, y que serán requeridos para que, de vez en cuando, presenten informes directos de sus viajes e investigaciones, de sus observaciones sobre costumbres y caracteres, y de la totalidad de sus aventuras, juntamente con todas las narraciones y documentos a que puedan dar lugar la contemplación de los lugares o sus recuerdos, dirigiéndose al Club Pickwick, radicado en Londres.

Que esta Asociación admite cordialmente el principio de que cada miembro de la Sociedad Correspondiente sufrague sus propios gastos de viaje; y que no ve en absoluto ninguna objeción en cuanto a que los miembros de la mencionada Sociedad continúen sus investigaciones durante toda la extensión de tiempo que les parezca bien, bajo los mismos términos.

Que los miembros de la susodicha Sociedad Correspondiente han de ser informados, y los son por la presente, de que su propuesta de pagar el franqueo de sus cartas y el transporte de sus paquetes ha sido objeto de debate por parte de esta Asociación; y que esta Asociación considera tal propuesta digna de las grandes mentes de que ha emanado, y expresa en esta acta su total aquiescencia a ella."

(Los papeles póstumos del Club Pickwick, Charles Dickens, traducción de José María Valverde, editorial Mondadori, 2004, págs. 23-25)

3/7/07

El apunte carpetovetónico

Pensaba hacer un elogio de su mirada cruda y tierna, de su prosa seca y sentida, de su cadencia poética, de esas metáforas tímidas y esos adjetivos tan exactos que parecen adherirse al nombre y chuparle la sangre de las venas, como una sanguijuela tropical, pero casi mejor me ahorro las monsergas y os dejo con las palabras del gran Camilo J. Cela, el mayor solanista que ha dado la historia de la literatura:

"El apunte carpetovetónico pudiera ser algo así como un agridulce bosquejo, entre caricatura y aguafuerte, narrado, dibujado o pintado, de un tipo o de un trozo de vida peculiares de un determinado mundo: lo que los geógrafos llaman, casi poéticamente, la España árida. [...]
Como género literario, el apunte carpetovetónico, aunque siga vivito y coleando, tampoco es ninguna novedad. En España es viejo como su misma literatura. ¿Qué eran, sino puro apunte carpetovetónico, aquellos versos de la Copla de la panadera en los que el poeta nos narra el ímpetu ventoseador de aquel hidalgo o clérigo toledano que "pedos tan grandes tiraba/ que se oían en Talavera"?
¿Qué otra cosa fueron muchas de las páginas maestras y amargas de Torres Villarroel o de Quevedo? Y remontando el calendario, ¿qué son las escenas -Madrid, escenas y costumbres, Madrid pintoresco, La España negra, etcétera- del pintor Solana? [...] la literatura española ignora el equilibrio y pendula, violentamente, de la mística a la escatología, del tránsito que diviniza -San Juan, fray Luis, Santa Teresa- al bajo mundo, al más bajo y concreto de todos los mundos, del pus y la carroña y, rematándolo, la calavera monda y lironda de todos los silencios, todos los arrepentimientos y todos los castigos -el vicario Delicado, en las letras; Valdés Leal, en la pintura; Felipe II, en la política; Torquemada, en la lucha religiosa, etc. En uno de esos pendulares extremos -ni más ni menos importante, desde el punto de vista de su autenticidad- habita el apunte carpetovetónico: como un pajarraco sarnoso, acosado y fieramente ibérico. Y que no puede morir, por más vueltas que le demos, hasta que España muera".
(Camilo J. Cela, prólogo a El gallego y su cuadrilla, Palma de Mallorca, 4 de julio de 1954)

Pese a la fiebre experimentalista que le sobrevino, yo creo que Cela siguió teniendo esa mirada solanera en todos sus libros. Algo tan hondo no se pierde ni aunque uno quiera. Coged, por ejemplo, el genial San Camilo o incluso partes de la Mazurca, del Cristo y del Oficio. Por no hablar, claro está, del Pascual, La colmena o El viaje a la Alcarria, cuyos dos primeros capítulos contienen algunos de los párrafos más hermosos que se han escrito. Por ejemplo:

"Fuera se oye el distante golpear del chuzo contra la acera. Por las rendijas de la persiana se cuela un hilito de claridad. Pasan lentos, entumecidos, los carros de los primeros traperos. El viajero se ha dormido al tiempo de nacer el día como un pollo que sale, un poco avergonzadamente, del derrotado y tibio cascarón.

El viajero tiene su filosofía de andar, piensa que siempre, todo lo que surge, es lo mejor que puede acontecer. Se va mejor a pie, andando por el medio de la calle oyendo cómo rebota sobre las casas el sonar de la clavazón del calzado. [...] El viajero va lleno de buenos propósitos: piensa rascar el corazón del hombre del camino, mirar el alma de los caminantes asomándose a su mirada como al brocal de un pozo.

Una mujer pasa, presurosa, el velo sobre la cabeza, camino de la primera misa, y una pareja de guardias fuma aburridamente, sentados en un banco, con el mosquetón entre las piernas. Los misteriosos tranvías negros de la noche portan de un lado para otro su andamiaje sobre ruedas; van guiados por hombres sin uniforme, por hombres de boina, callados como muertos, que se tapan la cara con una bufanda."

Daría cualquier cosa por escribir como Cela en este último párrafo. Puedes leerlo una y otra vez y siempre estás allí, en aquel instante eterno, inmortal ya. Quizás lo que le pasó después es que la música de su prosa se fue comiendo progresivamente al sentimiento, a la verdad.

29/6/07

Notas para envolver el bocadillo (1)

La literatura es detalle. La gran literatura es detalle. Toda gran literatura es descriptiva, minuciosa, de una u otra manera, con más o menos historia hilándolo todo, y bucea en un mundo de detalles recreados con palabras. No se puede escribir en general. O sí, pero sale una pasta, un cemento de palabras, un cementerio. El escritor primero ve y después escribe. En la literatura de verdad las palabras siempre van después; las palabras son pinceladas que construyen lo visto, lo sentido, lo vivido. Y si se hace bien, si las palabras adecuadas se dejan atrapar lo visto emerge otra vez, de otra manera, sobre el papel, o sobre la pantalla. Entonces, esa realidad se lee. Y eso nos emociona, como emocionó al autor, y lo vemos, como lo vio él. Lo vemos desde él, lo que ya es tomarse muchas confianzas con alguien que normalmente no conocemos en persona pero al que acabamos conociendo más que a muchos otros que nos rodean. Un libro, así, es como un monstruo de Frankenstein rematado por un sinfín de puntos y cosidos, que a pesar de todo a veces acaba levantándose y se va a asustar almas por ahí, con un andar más o menos torpe.

Las cosas son detalles unidos misteriosamente. En algún lugar del coco estos detalles se unen convirtiéndose en cosas. Pero poco a poco dejamos de ver esos detalles; las cosas aparecen enteras, hechas, de una pieza, porque es como si se gastaran de tanto verlas, y esos detalles otras veces se nos aparecen claros, a lo mejor por primera vez, y con suerte, con mucha suerte, podemos quizá encontrarles unas palabras que no los estropeen, que los respeten, que les permitan aparecer para siempre, escritos. Escribir debe ser volver a nombrar las cosas; volver a verlas. Se ve lo que ya hemos visto, lo reconocemos.

Son cosas escritas, son cosas leídas, son cosas reales. Es literatura, podríamos decir, realista. Aunque da igual la etiqueta. Las etiquetas están estropeadas por tantos sobreentendidos y tópicos que en lugar de facilitar la comunicación la enredan. Es cuando las palabras, con tantos sambenitos encima, apenas sirven para decir nada. Puede ser esta una.

En el cuento La carta robada de Poe la carta está a la vista (encima de un tarjetero, sobre la repisa de una chimenea, tan a la vista que se vuelve invisible). Se busca en todas partes, se escudriñan todos los cajones y hasta los travesaños de las sillas se revisan por si hay alguna grieta sospechosa; se ha mirado debajo de la cama, debajo de las alfombras, en todo los debajos posibles, pero la carta está a la vista, en el lugar más a la vista, y por lo tanto más escondido. Esta literatura que me gusta vuelve a ver donde ya no vemos. No es otra cosa. No es nada del otro mundo, de otros mundos, o de otros mundos que no estén en este, nada demasiado especial o subterráneo. La gran literatura mira y nombra. Pone nombres a las cosas; pone palabras a la imagen de las cosas. Esto no quiere decir que lo que se construye con palabras sea clavado a la realidad del que lee, tal palo para tal astilla. Es más, nunca es así. Es la mirada del que escribe la que leemos, la que vemos, por supuesto, y que puede variar tanto del que lee que el mismo objeto o persona sean completamente distintos, de distintos planetas.

Esa literatura, la que nos gusta a todos, aunque cada uno se declare incondicional de unos u otros autores, pues cada uno encuentra un mundo más cercano en unas u otras páginas, es la que nos permite siempre respirar dentro de sus páginas. Estamos cómodos. Es tan acogedor ese lugar que tan tranquilamente dejamos el nuestro, nuestra vida, para instalarnos allí, por unas horas, en esa otra vida que se levanta como un holograma en nosotros. La mala literatura es la primavera del asmático, un ahogo, un paraje lunar con unos cuantos cráteres y las huellas en el suelo polvoriento de un astronauta al que le pica un testículo y no se puede rascar. A veces es una selva frondosa, de plantas de plástico. Pero recordemos lo bueno, hasta de lo malo.


Todo se resume en lo que decía Pla; detrás de cada palabra una cosa.

(Si me he puesto un poco demasiado pedante pido perdón a mis amigos, en especial a Conde y don Antonio, que merecen envolver sus bocadillos con cosas más amenas. En mi defensa diré que estoy pagando ahora los excesos de una cena de churrasco, vino peleón, unas copas de garrafón y la lectura de Roland Barthes de ayer a la tarde.)

27/6/07

Solana de cuerpo presente

"Los textos de Solana huelen. [...] Huelen a órganos. Sus lienzos exageradamente empastados contienen una mezcla de negro, ocre, rojo, marrón, de amarillo y de blanco sucio. Sin brillos, sin luces.
¿Por qué huele el texto de Solana? No es un escrito ni un cuadro, es un cuerpo, y como tal despide olor, resuda y se enrancia. [...] El texto de Solana es un cuerpo que admite múltiples dimensiones y pocos encasillados. Macizo, denso y oloroso, muestra sus interioridades, sus vísceras, de la forma más sencilla y, por ello, hoy complicada y obtusa, sin más cera que la que arde, sin otro reclamo que lo que se ve, como aquel que estuviera de cuerpo presente. Su obra no tiene un sujeto detrás, Solana ha muerto en ella, su cuerpo está ahí expuesto, cadavérico, en la frontera entre los vivos y los muertos, entre el aquí y el allá, siempre a mitad de camino.
***
¿Era yo el que estaba metido en un ataúd muy estrecho, con unos galones amarillos y unas asas y cerraduras que tenían puestas las llaves pintadas de negro como los baúles del Rastro, y la tapa que iba a encerrarme para siempre, arrimada a la pared, con una larga cruz amarilla y con mis iniciales J. G.-S., en tachuelas tiradas a cordel, y una ventana encima de estas letras con un cristal?
Así ha sucedido; yo soy el que me veo entre cuatro velas, que proyectan fantásticas sombras en la habitación y que es lo único que me distrae en esta soledad.
***

La frontera es permanente en el texto de Solana, su encarnación necesaria y obligada. El viajero está de continuo entre dos partes porque el camino es siempre una falta de estancia, el sitio que no es, la invitación permanente al abandono. Estar en camino es deambular entre las partes, hallarse excitado por la aventura misma del tránsito.
Conviene leerlo, pues, como un rastro oloroso. [...] Y es que entendemos que su obra fue la manera de hacerse cargo de la frontera que el cuerpo pone al sí mismo -al uno que diría Solana-, de hacerse cargo a través del otro, de la imagen del otro, del otro como imagen presente, pintada, escrita, plasmada en su rigidez extraña, intermediaria entre lo propio y lo ajeno; el otro como doble y cuerpo presente, cadáver también del uno. Hacerse cargo de ello en lo que tiene de realidad psicológica, social, económica, etc., y hacerse cargo como hacerlo vivible, experimentable, en un límite sin contemplaciones al más allá ni esperanzas salvíficas: todo lo que es, o está de cuerpo presente o no es. Por eso huele, es decir, se propaga."
(Julián Santos Guerrero, La pasión del cuerpo presente. Imagen y escritura en la obra de Solana, págs. 7-12)

25/6/07

PAPELES PARA UNA IDEA, 1

Los fundadores del Círculo Solana vuelven a pensar en el realismo, en un cierto tipo de realismo que no sólo no requiere adjetivos sino que requiere no tenerlos. La miopía retrospectiva de nuestros escritores les autoriza a jactarse de no ser realistas, aunque algunos lo son demagógicamente y también se jactan de ello. Siempre se burlan del realismo social y del realismo costumbrista y del realismo galdosiano y siempre añaden un adjetivo al realismo, como una banderilla más, ignorante y umbraliana, en una cuestión que no es de gusto sino de profesión. Galdós no es nuestro más grande novelista porque escribiera novela realista, sino porque técnicamente no tiene rival. La intuición que se necesita para describir el mundo y no aburrir, para gobernar ese carruaje con docenas de caballos cada uno de los cuales querrían tirar por un camino distinto, esa intuición es una colosal muestra de oficio cuya técnica se puede aplicar a cualquier género, incluido el realista.
Pero el realismo de Galdós consiste en describir el mundo para que se sepa cómo es, y también para rescatarlo, para consagrarlo en palabras. Lo que intentó (y consiguió) Galdós con Madrid se ha intentado muy pocas veces después por la sencilla razón de que es muy difícil, y que sólo con una magistral combinación de todas las técnicas posibles se puede conseguir la gran obra de arte. Lo demás es un realismo parcial, mediatizado muchas veces por su modernidad.
Una parte de ese realismo es la capacidad para nombrar las cosas y darles vida, que es lo que aquí alabamos de Solana. La realidad es muy compleja y acometerla una empresa que requiere demasiada destreza, en tiempos de Solana y ahora. Nuestra literatura contemporánea no es muy capaz de separar por completo al escritor del narrador, ni de practicar esa lírica de inventario que practicaba Defoe hasta conmovernos con listas de objetos. Defoe no creaba metáforas, pero sabía describir las metáforas generadas por la realidad.
Nadie va buscando realismos ideológicos sino la capacidad de comprender la realidad como Antonio López comprendió al conejo desollado que pintó en un plato. Ese conejo es la realidad piadosa y la realidad carnívora, nuestra doble, contraria mirada sobre el mundo. Y esa piedad y esa crudeza, esa ternura y ese cinismo, es lo que hace que las descripciones de Solana trasciendan al ámbito de la gran literatura.
Como decía Gabriel Miró, aquí el único problema es el de quien no sabe hacerlo. Hablamos del realismo y hablamos de la literatura como forma de mirar, del verbo al servicio de la cosa. Realismo es todo aquello que ayuda a describir un mundo, real o imaginario, da lo mismo. El realismo juega con las estructuras de la realidad, con la forma natural de recordar o desear. La verbosidad y la egolatría son malas amigas de esta clase de literatura. Pero, bien administradas, pueden resultar útiles. Todo dependerá de la distancia exacta a la que se mantenga el autor, del punto desde el que el pintor sepa contemplar su obra.

23/6/07

Generación 2007

El Círculo Solana ya tiene blog. Los nietos de Solana no son los hijos de los hijos bastardos de Solana, que reivindican sabe dios qué derechos o prebendas, como los que le salen a Julio Iglesias. Qué va; somos nietos de sus libros, de esa prosa cruda, cuarterona, de ese tono raspado y sincero. Somos nietos de ese salir a la calle y describir lo que se ve, de ese sentir con la vista y con el hígado, si el hígado toma partido, por nombrar un órgano con personalidad.

El título lo sacamos de aquí, de esa frase de Azorín, que le pareció a Conde-Duque de perlas para un blog que poco a poco irá tirando para dónde él quiera, para un lado y para el contrario, si hace falta, pues los blogs no se rompen y se estiran como chicles en todas las direcciones dando de sí lo que haga falta.

Es lo mejor. Sobre todo en un blog colectivo como este. Será divertido, enriquecedor, como montar una revista literaria pero en cutre. Yo así lo veo, como una pequeña revista literaria, como una vieja revista literaria, con las hojas amarillas, medio en pelotas, con márgenes amplios como cunetas donde pararse a fumar un pito mientras se mira o se piensa el paisaje. Cuando se nos ocurrió lo de abrir este blog la idea, creo yo, era, con la excusa de reivindicar un poco la figura del gran escritor y pintor Gutiérrez-Solana, sacar de las cunetas literarias unos cuantos libros y autores que nos gustan y que quizá no se editan mucho, y se leen poco. Casi proponer un canon, por dar la tabarra, más que nada.

Después de revolver en entre libros viejos llegamos a casa con las manos sucias, ese polvo triste de siglos en las yemas, y a veces, con las manos vacías. Pero otras veces no, volvemos con algo que nos alegra el día (y si cuadra un rato más largo de la vida), como un vermú nos alegra el pincho de tortilla y ya nos sabe mejor el amarillo curtido ese de puro tostado por el tiempo que al principio nos miraba desafiante desde el plato.

En fin, literatura, y lo que sea, un blog soleado un día, nuboso si hay nubes, con vientos que marean al gallo de la veleta, con chubascos que dan ganas de recogerse al lado de la ventana, a mirar ríos de gotas, con truenos, y terremotos también, para tener de todo.

Vale, la Generación 2007, como la bautizó azorinianamente Conde-Duque. Que por cierto ya está cogida como dirección en blogger, lo que me hizo bastante gracia, y me obligó a sacarle unos nietos a Solana. Será divertido.