30/9/07

UN GALGO ENTRE LA NIEBLA

Podría empezar diciendo: “Un pueblo envuelto en niebla y de pronto, un galgo”. Pero no fue exactamente así.
De nuevo: Las calles de un pueblo castellano envueltas en la niebla, y un galgo surgiendo de repente.
Sin embargo, las calles no estaban envueltas en niebla sino que ellas envolvían la niebla y le daban cauce. Era un tránsito de la niebla a través de las calles, encajonada en ellas como una multitud átona y compacta. Silenciosa. Sorda. En los márgenes, casas de adobe como acantilados. Al fondo -al relativo fondo de la niebla- un farallón de piedra con escudos. Y ese frío tan tibio de estar en una nube, esa conformidad.
El galgo. Las patas kilométricas, la inquietud, las orejas en punta, las costillas. Surge y desaparece para dejar un rastro alucinado de deseo. El galgo es un deseo imposible de algo que no se acierta a definir. El galgo llega, se muestra, inquieta a la conformidad y se escapa de un salto al otro lado. Veremos que hace bien.
No hay que olvidar que he dicho “un pueblo castellano”: Niebla, conformidad, galgo, deseo. Casas de adobe y casas con escudo. Nadie en las calles si no es la niebla, silenciosa y sorda. Y el galgo alucinado.
En esta tierra aman a los galgos, podría decirse. Pero no es exactamente así.
De nuevo: En esta tierra desean poseer un galgo (poseer es la clave). Su cuerpo fino y móvil, sus orejas en punta, sus ojos atónitos. Los que poseen galgos hablan de ellos, citan sus nombres y sus hazañas venatorias. Porque los galgos son para cazar. El galgo poseído se lanza al monte para cobrar las piezas y se las trae al amo. Las suelta de la boca a los pies del hombre y este a veces le acaricia la pequeña cabeza entre los ojos o le palmea distraído el elegante lomo. Quien tiene aquí un buen galgo es envidiado (envidia es otra clave). Una criatura viva, brillante y poderosa a la que poseemos. Que nos hace pensar que somos cazadores. Que somos como ella. Hasta que un día el galgo ya no puede cazar.
Es posible que ese sea un día de niebla de finales de enero. Se ha acabado la veda. Saliendo del pueblo puede cogerse un camino embarrado entre las naves donde balan las ovejas. No se ve a una distancia de dos metros, pero el que camina conoce el lugar desde que nació. Podría decir cuántos pasos hay hasta la olma muerta, la curva del sendero que lleva a los pedregales, el pequeño desmonte sobre las eras. Detrás camina el galgo. Llegados a la zona de carrascas la niebla se hace más espesa. Casi no se siente frío, sólo humedad perlada en la frente o encima del labio. Como sudor.
El hombre de la niebla es un hombre conforme con las cosas: el monte de carrascas, la cuerda de esparto, el galgo que ya no puede cazar. Cuando vuelve a pasar por las naves, regresando solo al pueblo, los balidos de las ovejas le confortan. Es un hombre silencioso y podría decirse que sordo. Pero no es así. Es sólo que la niebla tamiza los sonidos, ahoga los alaridos del deseo semiahorcado (semiahorcado es la clave). Pueden pasar días antes de que estos cesen porque el deseo es muy fuerte en esta tierra plana. Mucho y desesperado, pero no más potente que el tibio frío de la conformidad.
Hoy, el galgo que ha surgido de la niebla en mitad de la calle de un pueblo castellano se ha marchado de un salto y ha habido un fogonazo de deseo sacudiendo el silencio sordo y blando y escapando después. Como una alegoría, podría decirse, aunque no fuera exactamente así.
La realidad desnuda: Un pueblo castellano que hace crecer la niebla entre sus calles, y en medio de una de ellas un galgo de repente que surge y que se va. Yo estaba allí, lo he visto y me he alegrado de que el galgo escapase. Me he alegrado por él.

29/9/07

NUBES


Iván Turguenev, 'El prado de Biezhin'

Era un maravilloso día de julio, uno de esos días que sólo se ven cuando el tiempo se ha fijado para largo. Desde el amanecer el cielo está sereno; la aurora no ofrece fulgores de incendio, sino que se difunde en dulces tintes rosados. El sol no despide fuego, no está al rojo vivo como durante la tórrida sequía, ni tiene el tono purpúreo mate que ofrece antes de una tormenta, sino que brilla límpido y resplandeciente y emerge apacible de una nubecilla estrecha y larga, irradiando un cierto frescor, sumiéndose de nuevo en la malva neblina. El finísimo borde superior del alargado estrato, cuyo brillo recuerda el de la plata batida, resplandece serpenteante... Pero los rayos juguetones surgen de nuevo y el astro potente se eleva risueño con impulso impetuoso.

Hacia el mediodía, aparecen de ordinario multitud de nubes altas, pequeñas y redondas, de color gris dorado, bordeadas de una suave y blanca cenefa. Semejantes a los islotes, esparcidos sobre un río que se desborda hasta el infinito y los contornea por completo con sus azules y transparentes brazos, casi no se mueven, pero más allá, hacia el horizonte, se desplazan, se estrechan unas contra otras, y entre ellas no quedan ya vestigios de azul, aunque tienen el mismo color del cielo y están impregnadas de luz y de calor. El horizonte conserva todo el día un suavísimo y uniforme tinte lila pálido: no se oscurece por ningún sitio, ni hay el menor atisbo de tormenta; tan sólo en algún que otro lugar se extienden de arriba abajo franjas azulencas, señal de alguna, casi imperceptible, lluvia.

Hacia la tarde, estas nubes desaparecen; las últimas, negruzcas e imprecisas como el humo, forman ovillos delante del sol que se pone; en el lugar donde se ha ocultado con igual serenidad que había salido, una aureola rosácea nimba cierto tiempo la tierra ensombrecida, y titilando vacilante, como una vela llevada con precaución, hace su aparición en él el lucero vespertino.

Tales días, todos los colores se suavizan; y aunque claros, nos deslumbran; todo lleva la huella de una dulzura enternecedora. Tales días, el calor es, a veces, excesivo, e incluso un cierto vaho se desprende de las lomas que rodean los campos; pero el viento desvanece, disipa el bochorno y los remolinos -signo indudable de buen tiempo- se desplazan, formando columnas blancas, por los caminos que cruzan los sembrados. En el aire puro y seco flota un olor a ajenjo, a centeno recién segado, a alforfón; incluso hasta la caída de la noche no siente uno la menor humedad. Este es el tiempo al que aspira el labrador para la recolección del trigo.

25/9/07

Balzac por Sololibros

Propongo una lectura a los compañeros y amigos de este blog. Es la conocida página de crítica literaria Sololibros, y versa sobre el libro de Balzac La búsqueda del absoluto. Estuve a punto de comprarlo el otro día y cierta desconfianza en la traducción, o más bien en la prosa de Pujol (prejuicios, quizá), me hizo dejarlo en la estantería.

Bueno, la lectura tiene miga. El autor es el Sr. Molina. Si hay ganas de debate nos vemos a la vuelta.

21/9/07

Notas para matar el tiempo

Ahora que el Club Solana en pleno ha vuelto de vacaciones, creo que es hora de empezar a dar guerra, aunque sea a nuestro propio cerebro, más que nada para pasar el rato, por eso de hacer la vida un poco más entretenida y llevadera. Si os apetece, claro. (Por cierto, Antonio, esperamos el trasvase a este blog de la rusificación. Se trata de pensar un poco sobre lo que sea, para aclararnos, ¿no? Yo, por lo menos, sigo sin tener las cosas claras.)
Se me ocurren, por lo pronto, estos tres temas o temillas, que ya hemos apuntado en otras ocasiones:
1) Aprender a escribir mal.
Un poco, al menos. Que las cosas chirríen con naturalidad, como los gritos en el mercado.
Se lo he oído más de una vez a Mabalot, y creo que está en lo cierto. Por un lado, supongo que consiste en desaprender “la escritura”, sus artimañas retóricas, esos clichés consabidos, esos packs de sustantivos y adjetivos (o de verbos y adverbios, o lo que sea) que la gente se traga como si fuesen píldoras de hormigón... Quitarnos la cacurri de tanta lectura. La caspa que cae de nuestra memoria de lectores.
Hacer justo lo contrario de lo que deben de hacer (imagino) en los talleres literarios. O saber desprenderse de eso al escribir. Esto no significa, en ningún caso, renegar de la técnica (cosa que sería absurda, o imposible). Quizás buscar una antitécnica, que es otra forma de técnica, no sé.
Por otro, decir sólo las cosas que uno haya buscado -y encontrado- antes, o que le hayan llegado a uno directamente de la vida. Que lo que sale por la boca o por el boli sea verdadero (y esto, lo reconozco, no sé qué significa). No se trata de ser original, sino de ser sincero. Lo demás es mentira (¿y todo es necesariamente mentira, o plagio?).
Gran problema: el lugar de la técnica.
2) No cerrar los muros de la patria mía.
Hay escritores que conciben su obra como eso: como un fortín. Y cuanto más altos sean los muros para impedir el acceso más satisfechos se encuentran, en su torre de marfil. Frente a eso, supongo que se trata de abrir las puertas al otro, para que se airee el cuarto, que siempre huele a cerrado. Abrirse las carnes uno y mostrárselas al otro, para que sienta también que se le abren, o casi. Presentar un mundo habitable, donde puedan campar a sus anchas todos los hombres de dios. La inteligibilidad, que decía antes de ayer Josep Pla. (Qué palabra más horrible, por cierto, más poco inteligible: la inteligibilidad).
Problema: la posible sumisión del escritor al público.
3) El párrafo verdadero.
Hablaba el otro día Castellote de la bella página. La bella página como ese engaño, la gran perdición de nuestras letras. Bien. Yo no creo en la bella página. No creo en la bella página, pero sí en el párrafo verdadero. La frase se queda generalmente corta y el libro es siempre demasiado largo (y hasta el capítulo). En el párrafo está la medida de la idea (de las ideas), con su tropa de imágenes y palabras. Ahí es donde se dirime el sentimiento. A veces el párrafo tiene el viento de culo y resbala un rato más, pero antes o después debe saltar al siguiente. Somos seres vivos: respiramos.
Quede claro que no es una cuestión de estilo. La medida del párrafo, a mi modo de ver, sería ésta: "lo que se puede escribir de un tirón".
Problema: entre otros muchos, la inutilidad del libro (que parece ser el único producto válido en esta labor de escribir). (Definitivamente, esta hipótesis del párrafo es muy muy discutible).
PD: A todo cabe decir: "Vale, ¿y eso como se hace?"

11/9/07

El héroe y la tormenta

Lo que sigue es un texto de Anton Chejov sacado de la introducción del traductor de Mi vida. Relato de un hombre de provincias (Alianza Editorial, 2003), que no entiendo bien de dónde lo ha sacado (no parece una carta de Chejov, sino lo que le dijo a alguien).
Salvo la moraleja final (tipo "literato salvador-de-la-humanidad", que pongo en cursiva), estoy bastante de acuerdo con lo que dice. No sé, podría servir de base para una discusión generacional:
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"El arte tiene de especial y de bueno que en él no se puede mentir. [...] A menudo me echan en cara (hasta Tolstoi me lo ha dicho) que escribo sobre bobadas, que no tengo héroes positivos, revolucionarios, Alejandros de Macedonia o siquiera, como en las obras de Leskov, un guardia honesto [...] Pero ¿dónde encontrarlos? Me encantaría. Pero ¿dónde están? Nuestra vida provinciana, las ciudades sin pavimentar, los pueblos, sumidos en la pobreza, la gente hecha trizas [...] Todos cuando somos jóvenes piamos felices como gorriones en el estiércol, pero cuando tenemos cuarenta ya somos viejos y empezamos a pensar en la muerte [...] ¿Nosotros, unos héroes?
Dice usted que ha llorado con mis obras [...] No es para eso que las he escrito. Lo he hecho para decir a la gente sólo una cosa: "Miraos bien y fijaos en la vida inútil y triste que lleváis". Lo más importante es que la gente se dé cuenta de esto. Y cuando lo entiendan seguro que construirán otra vida, una vida mejor [...] Yo no lo veré, pero lo sé, será una vida completamente nueva. ¿Y los que no ya lo han entendido? Bien, estos encontrarán el camino sin mí...
Bueno vámonos a dormir, se acerca una tormenta."
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Aunque empieza muy mal, para mi gusto (hablando del ARTE, cosa que odio), termina estupendamente su alocución: VÁMONOS A DORMIR, SE ACERCA UNA TORMENTA. Pues eso.

22/8/07

Solana por Gaya

En un libro de entrevistas que se acaba de publicar este año le preguntan a Ramón Gaya que qué le parece el Solana escritor:

"Entonces todos conocíamos su escritos. Cuando Solana publicaba un libro, acudíamos en seguida a la librería a comprarlo. Es un escritor de raza, aunque no hace más que contar las cosas simplemente. Es mucho más fuerte que Baroja, más tremendista. Los temas de sus cuadros están ahí; todo eso lo ha visto, no se lo han contado. Él lo describía cuando pintaba. En realidad, en sus pinturas, no busca tanto pintar un cuadro como contar lo que ha visto, pero como es un pintor, pues pinta un cuadro: 'Había una vieja.. y estaba escupiendo sangre...', y eso lo pinta. Sólo que en vez de ser un naif, que no sabe pintar, resulta que es un gran pintor y, claro, eso aparece. Si no fuera el pintor que es, eso que pinta no tendría ningún interés. Y todo hecho con esa misma expresividad que tiene también Van Gogh.

Hay algo sumamente directo en estos dos pintores. De la naturaleza a ellos y de ellos a la naturaleza. Hay como una comunicación primaria, algo como antes de la cultura; por eso tienen esa intensiva expresividad, y como una cierta torpeza, se puede hermanar con la torpeza, pero es una torpeza muy especial."

(Ramón Gaya de viva voz, Entrevistas 1977-1998, editorial Pre-textos 2007, pág. 62)

Las negrillas son mías, que me parecen estas frases muy acertadas definiendo a Solana. Cuando habla de esa intensiva expresividad para referirse a su pintura muy bien puede estar definiendo su estilo literario, su escritura, y también esa cierta torpeza que agudizan la sensación de estar leyendo algo que ya no es literatura, o que ya no se deja atrapar, obediente, por el ojo acostumbrado a leer literatura. Es el tono, quizá, que usa el lenguaje sin adaptarse a él, a sus formas dada, a sus moldes; lo destroza, sin grandes desgarrones tampoco, para adaptar el lenguaje a su interior, ese río de imágenes que recorre mentalmente y que traduce en palabras.

20/8/07

Más Solana

Gracias a nuestro admirado amigo (y miembro también de esta boinocéfala generación) pongo aquí esta noticia sobre Solana. En septiembre, al parecer, empezará a circular el libro, según cuentan en la librería Michelena de Pontevedra.

"Trapiello afirma que Solana es como Baroja y Galdós al recopilar sus inéditos

Alfredo Valenzuela.

Sevilla, 19 ago (EFE).- El escritor Andrés Trapiello sostiene que el pintor José Gutiérrez Solana (1886-1945) no es, como escritor, inferior a Baroja, Azorín, Unamuno o Galdós en las palabras preliminares que ha escrito para "La España (II)", volumen que recoge textos hasta ahora inéditos del pintor y escritor.

Editado en Granada dentro de la colección "La Veleta", que el propio Andrés Trapiello dirige, el volumen recoge trescientas páginas de inéditos solanescos precedidos de un "estudio" de Ricardo López Serrano, que se ha encargado también de clasificar estos textos, algunos de ellos conservados incompletos.

Camilo José Cela calificó de "ejemplares" los seis libros publicados por Solana, del que este nuevo toma el título del que quizás sea más conocido, "La España negra", también por la temática y el tono de estos textos que, según Trapiello, "son los mismos de siempre".

Estos inéditos se dedican al "universo de los desamparados, la alucinación de sus paisajes y unas criaturas aplastadas por su carnavalesca sinrazón, y, desde luego, a la terrible verdad de saber que no somos muy diferentes de nuestras máscaras ni nuestras máscaras muy distintas de nosotros", en palabras de Andrés Trapiello.

Tal vez por no haber conocido editores anteriores ni correctores, estos escritos, a diferencia de los otros seis libros de Solana, tienen "en algunos pasajes, mayor autenticidad y primitivismo", según añade Trapiello, quien reseña que esto "añade si cabe más expresividad al conjunto", integrado por textos sobre toros, oficios, los cafés de los pueblos y hasta sobre "Crímenes pasionales".

Hay fragmentos de "Viajes por España", con descripciones de Barcelona, Talavera de la Reina, Chinchilla, Cuenca, Toledo, Haro, Soria y Segovia, así como varios agrupados bajo el epígrafe genérico de "Santander", "Madrid" o los dedicados a Chinchón, Boadilla del Monte, Villaviciosa de Odón, El Escorial o Navalcarnero, agrupados bajo el de "El libro de los pueblos de Madrid", ya que, como destacan Trapiello y López Serrano, algunos de ellos se debían a libros proyectados por Solana que no llegó a publicar.

El capítulo de "Madrid", por ejemplo, incluye epígrafes que ya avisan de lo que va a venir después, como "La recogida de los perros, los laceros y el depósito del canal", "Los locos", "El carnaval de Carabanchel Bajo" o "Peluquerías económicas".

Aunque la pintura fue el arte que le hizo célebre y el único que le reportó beneficios económicos -la escritura le costó dinero, se editó el mismo todos sus libros menos uno-, Solana quiso considerarse siempre tan escritor como pintor, y a su humor pertenece el aserto "con esto de escribir no hay quien pinte y con esto de pintar no hay quien escriba", que empleaba cuando estaba muy atareado.

López Serrano afirma en su estudio introductorio que la dedicación literaria de Solana "fue continua a lo largo de casi toda su vida, no se resolvió en los seis libros publicados pues dejó también algunos artículos o fragmentos literarios publicados en revistas o en libros de otros autores", además de libros inacabados, como uno que habría de titularse "París", del que en este volumen se recogen capítulos como "El museo de figuras de cera" y "El barrio judío".

Este nuevo volumen recoge todos los inéditos conservados de Solana y algunos "casi inéditos", como los que fueron editados por Ramón Gómez de la Serna en "Pombo" y en su biografía del pintor, que no son fáciles de encontrar, con lo que López Serrano considera que con este libro se ha publicado ya "todo el corpus literario solanesco". EFE

15/8/07

Prólogo a Los lanzallamas

Estos días, estas semanas más bien, los autores de este blog/revistilla (de una cierta literatura) se encuentran agosteando como todo quisque, de ahí la nula actividad que se ve por aquí. Volveremos con fuerzas renovadas, espero.

Dejó aquí (cortar y pegar, se llama; gracias Narciso y Goldmundo) un prólogo de Roberto Arlt que me parece de mucho interés, y que me recuerda el tema de algún artículo tratado por don Antonio, sobre la autoimposición de escribir a toda pastilla para conseguir una obra más viva, mejor escrita.

Palabras del autor (1931)

Del libro Los lanzallamas (Ed. Losada, Buenos Aires, 1977)

"Con Los lanzallamas finaliza la novela de Los siete locos.
Estoy contento de haber tenido la voluntad de trabajar, en condiciones bastante desfavorables, para dar fin a una obra que exigía soledad y recogimiento. Escribí siempre en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana.

Digo esto para estimular a los principiantes en la vocación, a quienes siempre les interesa el procedimiento técnico del novelista. Cuando se tiene algo que decir, se escribe en cualquier parte. Sobre una bobina de papel o en un cuarto infernal. Dios o el Diablo están junto a uno dictándole inefables palabras.

Orgullosamente afirmo que escribir, para mí, constituye un lujo. No dispongo, como otros escritores, de rentas, tiempo o sedantes empleos nacionales. Ganarse la vida escribiendo es penoso y rudo. Máxime si cuando se trabaja se piensa que existe gente a quien la preocupación de buscarse distracciones les produce surmenage.

Pasando a otra cosa: se dice de mí que escribo mal. Es posible. De cualquier manera, no tendría dificultad en citar a numerosa gente que escribe bien y a quienes únicamente leen correctos miembros de su familia.

Para hacer estilo son necesarias comodidades, rentas, vida holgada. Pero por lo general, la gente que disfruta de tales beneficios se evita siempre la molestia de la literatura. O la encara como un excelente procedimiento para singularizarse en los salones de sociedad.

Me atrae ardientemente la belleza. ¡Cuántas veces he deseado trabajar una novela, que como las de Flaubert, se compusiera de panorámicos lienzos…! Mas hoy, entre los ruidos de un edificio social que se desmorona inevitablemente, no es posible pensar en bordados. El estilo requiere tiempo, y si yo escuchara los consejos de mis camaradas, me ocurriría lo que les sucede a algunos de ellos: escribiría un libro cada diez años, para tomarme después unas vacaciones de diez años por haber tardado diez años en escribir cien razonables páginas discretas.

Variando, otras personas se escandalizan de la brutalidad con que expreso ciertas situaciones perfectamente naturales a las relaciones entre ambos sexos. Después, estas mismas columnas de la sociedad me han hablado de James Joyce, poniendo los ojos en blanco. Ello provenía del deleite espiritual que les ocasionaba cierto personaje de Ulises, un señor que se desayuna más o menos aromáticamente aspirando con la nariz, en un inodoro, el hedor de los excrementos que ha defecado un minuto antes.

Pero James Joyce es inglés. James Joyce no ha sido traducido al castellano, y es de buen gusto llenarse la boca hablando de él. El día que James Joyce esté al alcance de todos los bolsillos, las columnas de la sociedad se inventarán un nuevo ídolo a quien no leerán sino media docena de iniciados.

En realidad, uno no sabe qué pensar de la gente. Si son idiotas en serio, o si se toman a pecho la burda comedia que representan en todas las horas de sus días y sus noches.

De cualquier manera, como primera providencia he resuelto no enviar ninguna obra mía a la sección de crítica literaria de los periódicos. ¿Con qué objeto? Para que un señor enfático entre el estorbo de dos llamadas telefónicas escriba para satisfacción de las personas honorables:

"El señor Roberto Arlt persiste aferrado a un realismo de pésimo gusto, etc., etc."
No, no y no.
Han pasado esos tiempos. El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un "cross" a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, y "que los eunucos bufen".

El porvenir es triunfalmente nuestro.

Nos lo hemos ganado con sudor de tinta y rechinar de dientes, frente a la "Underwood", que golpeamos con manos fatigadas, hora tras hora, hora tras hora. A veces se le caía a uno la cabeza de fatiga, pero…. Mientras escribo estas líneas pienso en mi próxima novela. Se titulará El Amor brujo y aparecerá en agosto del año 1932.
Y que el futuro diga."

Roberto Arlt

28/7/07

"La cola del hambre"

El Babelia de hoy adelanta una crónica del libro de Solana que saldrá estos días, al parecer, en la editorial Comares con el título "La España negra II", y que ya había salido de la mano de Trapiello la primera parte. Todos los agradecimientos son pocos a este escritor, Trapiello, que estoy seguro está detrás de la jugada, pues es el gran oreador de la obra de Solana, y en Comares da vida a la colección La Veleta, que reúne cosas muy interesantes en ediciones muy cuidadas y de buen gusto.

Pego aquí el enlace al artículo.

20/7/07

La técnica Mordejai

"En Misericordia me propuse descender a las capas ínfimas de la sociedad matritense, describiendo y presentando los tipos más humildes, la suma pobreza, la mendicidad profesional, la vagancia viciosa, la miseria, dolorosa casi siempre, en algunos casos picaresca o criminal y merecedora de corrección. Para esto hube de emplear largos meses en observaciones y estudios directos del natural, visitando las guaridas de gente mísera o maleante que se alberga en los populosos barrios del sur de Madrid. Acompañado de policías escudriñé las "Casas de dormir" de las calles de Mediodía Grande y el Bastero, y para penetrar en las repugnantes viviendas donde celebran sus ritos nauseabundos los más rebajados prosélitos de Baco y Venus, tuve que disfrazarme de médico de la Higiene Municipal."



"El moro Almudena, Mordejai, que parte tan principal tiene en la acción de Misericordia, fue arrancado del natural por una feliz coincidencia. Un amigo, que como yo acostumbraba a flanear de calle en calle observando escenas y tipos, díjome que en el Oratorio del Caballero de Gracia pedía limosna un ciego andrajoso, que por su facha y lenguaje parecía de estirpe agarena. Acudí a verle y quedé maravillado de la salvaje rudeza de aquel infeliz, que en español aljamiado interrumpido a cada instante por juramentos terroríficos, prometió contarme su romántica historia a cambio de un modesto socorro. Le llevé conmigo por las calles céntricas de Madrid, con escala en varias tabernas donde le invité a confortar su desmayado cuerpo con libaciones contrarias a las leyes de su raza. De este modo adquirí ese tipo interesantísimo, que los lectores de Misericordia han encontrado tan real. Toda la verdad del pintoresco Mordejai es obra de él mismo, pues poca parte tuve yo en la descripción de esta figura. El afán de estudiarla intensamente me llevó al barrio de las Injurias, polvoriento y desolado. En sus miserables casuchas, cercanas a la fábrica de Gas, se alberga la pobretería más lastimosa. Desde allí, me lancé a las Cambroneras, lugar de relativa amenidad a las orillas del río Manzanares, donde tiene su asiento la población gitanesca, compuesta de personas y borricos en divertida sociedad, no exenta de peligros para el visitante. Las Cambroneras, la estación de las Pulgas, la Puente Segoviana, la opuesta orilla del Manzanares hasta la casa de Goya, donde el famoso pintor tuvo su taller, completaron mi estudio del bajo Madrid, inmenso filón de elementos pintorescos y de riqueza de lenguaje."

(Benito Pérez Galdós, Prefacio a Misericordia)